miércoles, 28 de septiembre de 2016

Crítica: Reign in Blood de Slayer (1986)

1986 fue uno de los años más trascendentales de la historia del heavy metal; apareciendo algunos de sus mejores discos. Por aquel entonces, dos corrientes lideraban el género: el thrash y el glam. Tanto una vertiente como la otra nos regalaban discos muy importantes que iban destinados a dos tipos de personas muy diferentes. El glam o hair metal, surgía de los sonidos elaborados por Van Halen o Aerosmith, mezclados con elementos del pop más edulcorado, siendo un "metal" para las masas (aunque se discute aún si le podemos llamar metal o tipo de hard rock). Nombres como Motley Crüe, Poison o los primeros Bon Jovi iban muy atados a este estilo, aunque luego se expandiría todo mucho más allá de sus fronteras originales en Los Angeles.

Pero totalmente contrarios a este estilo se encontraban las bandas de thrash metal como Metallica, Megadeth, Anthrax o Death Angel (como primera generación del mismo). Evolucionando de los sonidos del speed metal de bandas como Mötorhead, Accept y de las influencias del metal inglés (Iron Maiden, Judas Priest, Saxon) y el punk, eran bandas veloces, furiosas y sin los toques pop y románticos del glam. Músicos de poca guapura y como mucho, con maquillaje para hacerse los chungos. Pero entre todos ellos hubo una banda que se tomó muy a pecho lo de acojonar y ser feroz, Slayer. Herederos de Venom en terrenos americanos, era la banda de thrash que más se quedaba en la barrera entre lo rápido y el metal extremo. En 1983, sacaban su primer disco, Show No Mercy que igual que Kill 'Em All de Metallica era una forma muy llamativa de decir que el mundo se tenía que fijar en ellos, que querían ser un nuevo referente.



La banda formada por Tom Araya (cantante y bajista), Jeff Hanneman (guitarra solista), Kerry King (guitarra solista) y Dave Lombardo (batería) demostraría ser una fuerza mayor para el género destacando por su contundencia sonora y de mensaje. Claro, lo que bien empezó en 1983, bien siguió en 1985 con su segundo disco Hell Awaits que aumentaba la dosis de terror sonoro que emitía su música. Pero esta banda estaba destinada a sacar algo grande, muy grande para la llegada de el clímax del thrash metal en 1986. La mente pensante de la banda, Hanneman, trabajaría en diferentes riffs que por encima de la melodía, ofrecían actos de violencia musical y las letras de las canciones tenían que unirse, afrontando los horrores de la humanidad sin reparo.

Aquí no hay tregua para los débiles

Con sólo darle al play ya tenemos un rebanacabezas como Angel of Death, que trata los horrores que aplicaba el doctor Mengele en el campo de concentración de Auschwitz. Las guitarras afinadas más graves tienen una melodía que deja de lado el hecho de ser reconocible y tira más a la contundencia, a generar un sentimiento. En cambio, el riff que hace hacia el minuto y cuarenta, tiene una malicia más identificable, siendo su acidez sonora lo que más referencia hace a lo maquiavélico de lo que se hacía en los campos de concentración nazi. Los solos de guitarra tanto en esta como en la gran mayoría de canciones de Slayer tienen un sonido casi indefinido, loco, lleno de notas que suenan como pitidos y que me evocan a los cuadros abstractos japoneses de los años 70 donde la idea de violencia estaba muy presente.

Piece by Piece, tiene un riff algo más retorcido que desemboca a las guitarras con punteo a lo motosierra que tanto identifica a Slayer. Oyendo esta canción y la forma de cantar de Tom Araya, se me hace impensable desvincular este disco con toda la corriente de discos de death metal que llegarían en el futuro. Y es que mi primera afirmación contundente hacia este disco es que estamos ante un disco de thrash y death metal; ya que si tomamos Necrophobic y vemos su temática y su velocidad sonora, es hacer 2 + 2. Jesus Saves, parece que nos quiere alejar en principio del torrente musical que se nos tira encima, pero nos castiga por crédulos pasando nuestro cerebro por la apisonadora. Pero os puedo asegurar que cualquier remanso de paz que pueda aparecer en este disco es una cosa efímera que muere triturada por la dureza con la que se tomaron la labor de Reign in Blood.

Pero Caronte nos sigue haciendo una visita guiada por el infierno con Reborn, otro cebollazo más parte nucas que parece una esponja que ya no puede absorber más sangre al limpiar una herida. La saturación de actitud frontal y excitada de este disco, se come a ratos el riff convirtiendo las canciones en actos de testosterona muy brutal. Y es que casi ni me percato y ya estamos en Epidemic, cosa que me demuestra que aunque estamos ante un disco esplendoroso del thrash, a veces las canciones se diluyen en un mar negro sonoro perpetrado también en buena parte por el productor Rick Rubin y que almenos toma una forma algo más concreta, más sólida gracias a la intervención del enorme Dave Lombardo, genio de los parches. 

Pero para el cierre del disco se guardan dos temazos que junto a la primera canción me parecen genialidades, por riff, letra, desarrollo y sensaciones: Postmortem y Raining Blood. La primera por dar más autoridad a su riff, que por fin tiene alas para no ser absorvido por la sangria de estos tios. La segunda, es como si después de ganar la guerra más cruda de la historia, el vencedor hiciese un discurso magestuoso pero demoledor. ¡Que riff! Madre del amor hermoso; seguido de unos trinados contundentes que se rematan en un mosh (escalas de notas muy rápidas) que son de los efectos más espectaculares que he oído jamás en un tema de thrash. 


El primer rey sangriento

Ya que el disco logró entrar entre las listas americanas y supo llegar a disco de oro con el tiempo, podríamos considerar que Reign in Blood, fue la primera obra del metal extremo (si Slayer es thrash pero también va más allá) que lograría un puesto de consideración lo suficientemente elevado. En parte ayudado por la tendencia de thrash y el éxito que generaban las otras bandas, los de Slayer tuvieron un poco más fácil ser reconocidos por lo que merecían. 

En lo que se refiere a mi opinión particular, estamos ante un disco fundamental del metal pero que tiene una tara que no le perjudica en exceso y es que es un disco muy conciso pero a veces con temas que no están tan diferenciados entre ellos. Su fórmula se radicalizó y eso hizo que el disco fuera breve pero intensísimo; estando alarmentemente cerca de la excelencia pero desgraciadamente sin llegar a ella.

Valoración: 🌟🌟🌟🌟✰ (Excelente)

1 comentario:

  1. Vaya me sorprende que sepas apreciar muy bien esta obra. Yo también tengo un blog donde subo y doy mini reseñas a algunas serie. https://bluecatonmars.blogspot.com

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