jueves, 15 de septiembre de 2016

Crítica: Don't Break the Oath de Mercyful Fate (1984)

Hay discos de metal de gran calidad que van saliendo constantemente, discos que siempre se nombran como referente de otras bandas posteriores o discos que suponen una evolución. Pero hay obras que a nivel personal de cada uno de nosotros, nos cambian nuestra forma de valorar la música. En mi caso, existe una banda que ha sabido crear en mi mente una referencia de lo que es la calidad con mayúsculas en el metal y es Mercyful Fate. Y es que no es por cualquier absurdo o banalidad que lo veo así, sino porque sus discos transmiten genialidad, variedad y trabajo duro por los cuatro costados. Sin duda, hay discos mejores y peores en su discografía pero ninguno de ellos sabe bajar de lo destacable en calidad. Desafortunadamente, no siempre la calidad repercute en el nivel de fama, ya que estos daneses han tenido un crecimiento de su fama muy paulatino a lo largo de las décadas y desde que en 1982 publicaran su primer, homónimo y excelente EP.

Su alineación principal, por lo menos la de la época de los 80 se puede considerar como un grupo de virtuosos, con un sonido muy particular, pero que eran en buena parte unos desconocidos. Primero, King Diamond (Kim Bendix Petersen), un cantante muy poco convencional y con unos tonos rudos y falsettos que lo elevan entre la flor y nata del mundo del metal. Diamond sería el artífice del aumento de popularidad de Mercyful incluso cuando la banda no estaba en circulación, a través de su carrera en "solitario". En segundo lugar, tenemos a la dupla de guitarristas que muchas de las bandas de metal clásico han tenido. En este caso Hank Shermann (René Krolmark) y Michael Denner, que demuestran ser dos artistas muy congeniados a nivel compositivo y que su distintiva sonoridad los elevarían como referentes del black metal. Timi "Grabber" Hansen era el bajista de la formación y dotaba de un enorme groove y empaque tanto guitarras como batería. Finalmente Kim Ruzz, baterista que con increíble buen gusto daba muy buena sincopa a la música. Muchos seguidores de la banda hacen referencia a una cierta perdida de la esencia de la banda cuando este artífice de los parches ya no estuvo entre las filas de la banda.


Después de presentar en 1983 el álbum Melissa y realmente hacer una obra esencial del metal de los años 80, su nivel de ambición sonora creció. Canciones como Satan's Fall o Melissa o Into the Coven, nos demuestran a una banda que tomaba influencias del NWOBHM y tomando raíces oscuras vistas en bandas como Venom. Pero también esta banda mete cuchara dentro de lo que consideramos la música progresiva liderada por riffs de sonido muy peculiar, que parecen invocaciones en aquelarres. Las disonancias se añaden a tipos de melodías que por momentos pueden sonar a Iron Maiden. En definitiva, nos encontramos ante una banda que si ya tiene unas premisas ricas y complejas, en el disco que hoy veremos querían enriquecer un poco más el acabado y los ingredientes de su fórmula.

El diabólico contenido

Teclados, voces dobladas, efectos pre-registrados, guitarras sintetizadas dan grandilocuencia a una música que a parte de ruda, necesita un poco de ambientación y aura. Las 9 canciones que conforman este disco se podrían dividir en dos categorías esenciales: las canciones directas y las grandes composiciones progresivas. En el primer grupo las canciones siguen un esquema de canción mucho más clásico de riff estrofa, estrofa, estribillo, estrofa, puente, solo, estrofa y tema finiquitado. En todas ellas tienen la gracia de trabajar con estilos como el speed o thrash metal en A Dangerous Meeting. De esta canción sólo puedo decir que estamos ante un coloso construido con un sonido de guitarras abrasivo y muy potente, recordándome a las geniales sensaciones que tuve con Restless and Wild de Accept (1982). También los patrones con influencia funk aparecen en Gypsy, donde mi sorpresa es enorme y disfruto de un riff que tiene un aroma a los años 70 impagable. 

La voz de Diamond reluce como si fueran dos, un dialogo entre su parte más grave, desconsolada y espectral y por otro lado, esos falsettos ácidos y muy particulares. Su comunión con el resto de la banda es increible y los guitarreos de Shermann y Denner, aumentan la malicia de este black metal primitivo y progresivo. Welcome Princes of Hell o Desecration of Souls, son ejemplos de la magia melódica de guitarras y voz, unidas a una base rítmica con mucho grosor, constancia y pedal. Hansen con su bajo engorda las notas y Ruzz le da continuidad y velocidad a unas piezas ya de por si muy intensas. 

Pero cuando llegamos a las piezas progresivas del disco, creo que nos encontramos junto a Queensrÿche o los Maiden de forma más salteado, con la formación de metal progresivo más valiosa de los 80. Empezando por Nightmare, uno no puede evitar alucinar con la creatividad tan ridícula (en el buen sentido de la palabra) que tenía esta banda por entonces. La progresión en el minuto 3:22 a un sonido maideniano increíble, nos lleva de la mano a un portal a la mismísima locura y acojone que empieza en el minuto 4:50 con las risas descarriadas, los "You are insane!" de turno y los berridos de fondo de Diamond. Y si aún necesitáis más, adentraros en Night of the Unborn y descubrireis porqué Kim Ruzz es un baterista increíble y lleno de trucos para las progresiones que tenían preparadas el duo de guitarras. El bajo de Hansen, simplemente ejemplar y con un sonido punzante.

Y con The Oath y Come to the Sabbath, estamos ante dos canciones immortales del metal que merecen todo el respeto de la comunidad. La primera nos muestra una introducción con desplegue ambiental a base de teclados (tocados por King Diamond) que aumentan la sensación de tenebrismo. La parte melódica es épica y tiene un toque incluso caballeresco y el bajo da también elementos melódicos y matices que engrosan la grandeza de la que podemos considerar la canción pináculo del disco. La segunda, se puede considerar una de las mejores canciones de cierre de disco de metal habido o por haber. Los ires y venires de la canción y los momentos thrashers con mezcla de black metal me parecen sublimes. Por otro lado, Diamond que hace una labor teatral en lo vocal, nos recuerda a las influencias de los grandes músicos de shock rock, como el gran Alice Cooper.

Influencias, repercusión y conclusiones


Párrafo aparte debo destinar a toda la parte solista de este disco, ya que seamos sinceros, los solos atonales de Shermann y Denner fueron la gran influencia de Kerry King y Jeff Hanneman en sus discos de los 80, creo que poco más se puede decir. Por otro lado como otros han aportado en diferentes foros de internet y webs de crítica como El Portal del Metal, otras bandas que eran acusadas de satánicas como Maiden o Priest quedaban en gallumbos, ante el auténtico satanismo declarado de Mercyful. Pero de nuevo, la difusión de estos daneses en el mercado musical era muy inferior a la de las otras dos grandes bandas. Pero sus letras tuvieron su legado en la historia del metal extremo. Por lo tanto, Mercyful Fate fue una de las primeras bandas con entidad de poderse considerar black metal, junto a Venom, Hellhammer o Bathory.

Por su tipo de composiciones podríamos aplicar la etiqueta de black metal progresivo a Mercyful Fate y considerarla una de las primeras bandas, sino la primera de poder tener esta nomenclatura. Pero no sólo intervinieron en ese subgénero sino que también intervinieron en la continuación del shock rock en los 80 gracias al estilo de representaciones que hacía King Diamond en el escenario, convirtiendo esta banda en un baluarte de la música más teatral y elaborada a nivel de metal. Podemos decir que la riqueza tanto musical como escénica de esta banda ayudó o facilitó que otras bandas europeas de metal extremo e incluso americanas, se animaran crear melodías más complejas y desarrolladas, otorgando la idea de músico culto y prolijo tras un aspecto furioso.

Don't Break the Oath es a mi gusto uno de los mejores discos de metal de la historia y un orgullo para su género. Representa la mejora en una fórmula que ya era tremendamente original y fresca para su tiempo. Evidentemente, da todas las señales de ser un disco con un claro tufo clásico y con un sonido muy típico de los años 80, pero por suerte eso sólo va en pro de reforzar su personalidad y estilo. Tras la gira de este disco, en 1985, la banda se disolvería durante 7 años en los que daría comienzo la carrera de la banda particular de King Diamond, por la que se pasarían Hansen y Denner en sus primeros años para poder seguir el legado de Mercyful, aunque el nombre ya no estubiese. Sabéis que soy crítico exigente, pero no puedo evitar mostrarme muy ilusionado con este disco.

Valoración: 🌟🌟🌟🌟🌟 (Superlativo)

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