miércoles, 13 de abril de 2016

Simone Martini (1284-1344) Desde Siena hasta Avignon

San Andrea de 1326 hecha por
Simone Martini (Metropolitan Museum of Art, NY)
En mi tarea de hablaros de los mejores artistas de cada época, sean o no muy conocidos por la cultura popular, os quiero embarcar conmigo hasta finales del siglo XIII y primera mitad del XIV por la ciudad toscana de Siena. Por aquellos tiempos en la ciudad había un pintor de vital relevancia en el desarrollo de la pintura medieval italiana, Duccio. Él era el símbolo de una generación de artistas en esa ciudad y generó un grupo de sucesores de muy alto nivel que también hicieron crecer el Gótico Internacional (cuando el Gótico logró tener expansión por todas las tierras europeas). Estos serían entre otros, los hermanos Lorenzetti y el artista que hoy pondremos en valor, Simone Martini. Todo este panorama de artistas, conformaba la escuela sienesa, que a parte de por un dibujo sólido y con algún toque de realismo, se caracterizaba por la aplicación de dorados en los fondos y una paleta de colores muy rica.

Y os puedo asegurar que el tema del dorado y el color en esa época no era una mera broma o una excusa que hiciera distinguible las obras de un sitio, no. La luz y el color iban vinculados a una cierta filosofía que se había establecido al iniciarse el Gótico con el abad Suger. Este abad que estaba establecido en Saint-Denís (París), había loado el hecho de la belleza material para llegar a contemplar a Dios. Este eclesiástico emprendió entre 1140 y 1144 unas obras que llevarían consigo un enriquecimiento de la abadía de Saint-Denis con cristaleras de colores y artículos de oro, a parte de las evidentes reformas estructurales de la iglesia. Aunque un importante grupo de benedictinos se puso en contra de una filosofía que iba en contra de la austeridad típica que quería promover la Iglesia, estas medidas tuvieron éxito y difusión por Europa. El arte sienés, se podría considerar un heredero de esta estética de la luz, la vistosidad y la belleza en busca de el misticismo.

Vista de Siena; una ciudad que ha mantenido su aspecto y encanto medieval

domingo, 10 de abril de 2016

Crítica clásica: Super Ghouls 'n Ghosts (SNES, 1991)

Videojuego taladrado en lo más profundo de la mente de algunos que nos consideramos amantes de este arte, Super Ghouls 'n Ghosts es un ejemplo de juego que tiene tras de si una estela mítica. Muchos hablamos de el como un juego sin concesiones, muy exigente y que si te lo pasas, ya te puedes poner una hipotética medalla de jugador ya que incluso a día de hoy sigue estando en ese grupo de juegos de pesadilla que te hacen sentir que estás ante una gran hazaña. Y eso es lo que viví desde el primer momento al jugarlo, pero para eso debemos retirarnos mucho en el tiempo, en mi caso a 1998. En esa época sólo hacía un par de años que jugaba a videojuegos y yo iba muy felizmente a alquilar mis juegos a un videoclub de al lado de mi casa. Un día, me tope con un juego llamado Capcom Generations: Chronicles of Arthur, para la PlayStation y decidí probar el contenido, que eran los tres primeros juegos de la saga Ghosts 'n Goblins, siendo este el tercero. El juego me fascinó, pero con la misma fuerza me cogió por las piernas me puso a rodar y me estampó contra la lona. Hice unos pocos intentos durante el fin de semana de alquiler que lo tube y no lo volví a alquilar más, no por mal juego, sino por hacerme sentir mal jugador.

viernes, 8 de abril de 2016

Crítica clásica: Ronin de John Frankenheimer (1998)

Como este blog se encuentra en un momento de ramificación hacia otras artes, hoy toca otra novedad para los seguidores del mismo. Ya que el cine actualmente junto a los videojuegos son las dos artes de mayor consumo en la actualidad y; como desde pequeños todos hemos sido acercados de alguna forma a él, me gustaría como crítico dar valor a ciertas creaciones que nos han acompañado a todos. Por esa razón, el estreno de este apartado lo hago con una película en principio tan común, que muchos no se han percatado del trabajo que hay detrás y de que nos podría dar varías lecciones sobre como elaborar cine eficiente y de una calidad más que aceptable.

Otro punto que debemos entender es que una película es un trabajo conjunto entre artesanos y artistas en los que todos son necesarios (cámaras, guionistas, actores, maquilladores, creadores de efectos, los dobles, decoradores, iluminadores...) y que deben ir guiados por la figura del director, que se supone que tiene todo el concepto montado en su mente y debe hacer todo lo posible para trasladarlo a la realidad. En definitiva, hacemos el concepto inverso a lo que buscaba Platón, pasar del mundo de las ideas al mundo visible. Al mismo tiempo, el director no sólo se debe encargar de explicar una historia, sino de dotar a su obra de arte de personalidad, filosofía e imagen. En este caso, John Frankenheimer es de la escuela clásica del cine de acción en la cual se sigue una estética más casera sin que eso signifique cutre. La acción se produce a través de una intensa actuación de los actores, de rodar en sitios afines al espectador, de sorprender sin ser excesivamente artificial.

miércoles, 6 de abril de 2016

Crítica clásica: Core de Stone Temple Pilots (1992)

Hacia 1992 todo el movimiento del Grunge estaba en plena vigencia. El año 1991 había sucedido con algunos de los mayores éxitos de sus bandas, como el ineludible Nevermind de Nirvana, Ten de Pearl Jam o el descarnado Badmotorfinger de Soundgarden. Tres discos con tres visiones distintas sobre lo que era esta corriente de músicos mayoritariamente procedentes de Seattle (EEUU). Pero no todo tenía porqué nacer de la misma ciudad o zona para ser del Grunge, ya que la crítica que hoy dirigimos no se podía alejar más del epicentro. Tanto nos alejamos, que debemos ir del norte del país yanqui hasta el sur-oeste, por California. Por lo tanto, el Grunge lo debemos ver más que como la realidad de un sitio, como un momento del rock duro en el que se usó sus estilos (hard rock, metal y sus vertientes alternativas) para transmitir una filosofía de vida muy esceptica con el progreso del mundo, muy marginada de la visión idílica de la vida, aparentemente alejado del modus vivendi tan playero y feliz de bandas como Aerosmith o Van Halen, que básicamente vivían de un rock duro ligado al glam, a las baladitas, al desfase y a las groupies enganchadas a los tobillos.

En su momento inicial el Grunge (mediados y finales de los 80) pertenecía a un entorno más desaliñado, con glamour 0 y con drogas y sexo más mundanos. No negaremos que cuando se popularizó las condiciones "mejoraron" pero en ningún caso se puede hablar del mismo estatus, ni tampoco el mismo mimo en cuidar de sus estrellas. Actualmente tres figuras capitales de esa corriente han perecido: Kurt Cobain (Nirvana, 1994), Layne Staley (Alice in Chains, 2002) y finalmente el entonces cantante de la banda que nos ocupa Scott Weiland (2015). Digamos que estamos ante un grupo de bandas en los que la vida disfuncional y tropezar con la misma piedra fue y en parte es su sentencia. Eso si, como este blog trata de exponer mi valoración sobre arte, me voy a permitir hacer una afirmación tajante sobre este disco: Core, sin duda, es el disco que más me gusta del Grunge. Desde el primer segundo y en la primera escucha supo captar mi atención; y sin considerarlo perfecto, es una de esas razones por las que me mola tanto la música del año en que nací.

domingo, 3 de abril de 2016

Pedro Berruguete (1450-1503) Un innovador despidiéndose del Gótico

Posible autorretrato de Berruguete
Ser historiador del arte e lleva a intereses que van más allá de todo el repertorio musical que os he ido mostrando (y que sin duda os mostraré). Este mes de parón que he tenido por fuerza mayor me ha servido para replantear hasta que punto quiero expandir el material que os ofrezco en este humilde blog y como quiero transmitiros toda la pasión que el arte me despierta y merece. Pero si hay una cosa que realmente me gusta del arte es descubrir constantemente cosas nuevas o revalorizar aquellas que o no son muy conocidas o han caído víctima de los prejuicios.

En el caso que hoy quiero tratar, estamos ante un artista que aunque se le otorga un papel vital en la llegada del Renacimiento en España; no es un nombre que se haya filtrado lo suficiente en la cultura popular, aún con su trascendencia y podríamos decir con el lenguaje actual, currículum. Y ya que este es mi espacio, me permitiré hacer ciertas afirmaciones que me han aportado la experiencia y sobretodo las fechas por las que el trabajaba, pero sé que algunos profesores de mi carrera me canearían con un buen mandoble en la nuca por lo que diré. Redoble de tambores... Pedro Berruguete supone al Renacimiento español, lo que Masaccio supuso en el movimiento renacentista en general; es decir, ser su primera gran representante pictórico.

Si, otros me podrían saltar con otros nombres como Roderic de Osona o Paolo de San Leocadio, pero siendo justos, el primero estaba demasiado atado a las formas del Primitivismo Flamenco (que no quita que sea un pintor realmente bueno) y el segundo era italiano; no puedes ser el primer renacentista español si eres italiano. Con estos dos descartes no pretendo decir que la obra de Berruguete naciera espontáneamente renacentista, no, hubo un proceso que se inició con el arte típico de su sitio y tiempo y que desemboco con los años a algo más ambicioso que un simple arte enclaustrado en las aspiraciones de un pueblo. ¿Y donde nos debemos situar hablando de estos orígenes? En Paredes de Nava, situado a la parte norte de la actual Castilla y León (que entonces formaba parte de las tierras de la Corona de Castilla). Por los tiempos en los que Berruguete era sólo un niño, las tendencias pictóricas estaban haciendo progresivamente un cambio de las formas florentinas (con origen en Giotto o Cimabue) a las formas más flamencas. Pondré un ejemplo de las dos tendencias.

ESTILO FLORENTINIZANTE: Vida de la Virgen y San Francisco (1445-1460) Nicolás Francés
ESTILO FLAMENQUIZANTE: Ecce Homo (1480's) Fernando Gallego