jueves, 29 de enero de 2015

Crítica clásica: Let It Be de The Beatles (1970)

Después de la semana de exámenes me vuelvo a pasar por aquí para ofreceros nuevas críticas musicales y descubriros los entresijos de cada álbum que os presento. Además esta semana me he propuesto analizar mis referentes musicales de la infancia y os aviso, son discos realmente clásicos ya que aunque fueran parte de mi generación, yo no me crié escuchando Linkin Park (que es muy respetable).

Con este trabajo de rescate me estoy imponiendo un auténtico reto, ya que pongo a prueba mis capacidades de crítico por encima del cariño que le pueda profesar a estas obras. Cabe decir, que el corazón también debe estar presente en una buena crítica musical y con calma iré desglosando todo aquello que en su día como niño me fascinó y que ahora ya con una mente un poco más madura y con capacidad de entender el contexto de las canciones, me causa curiosidad y ganas de investigar.

El primer disco que analizaré, es uno de aquellos que conozco sobradamente pero que lo he tenido que rescatar un poco de un baúl perdido en mi mente, el Let It Be. Porqué en la discusión típica de si soy más de The Beatles o de los Rollings, siempre me gusta decir que soy más de Black Sabbath (el heavy me fascina y a veces aleja de mis inicios). Aún así, negar que lo que contiene este disco fue uno de mis primeros referentes en lo que es la buena música sería estúpido. La diferencia es que tardaría años en darle valor a los greñudos que salen en la portada y todo lo que llevaron a la música popular de nuestro tiempo, de nuevo digo, la buena. Y por eso hoy os lo dejo aquí como el resultado de años de aprender lo que hicieron unos tíos llamados John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison.

¿Y en que contexto nació este disco? Pues estamos ante el último peldaño, mejor dicho, el penúltimo de una escalera de desarrollo musical de The Beatles, ya que aunque salió el último de su discografía estaba pensado que saliera antes de Abbey Road (1969) con un nombre diferente, Get Back. Los diferentes retrasos de un documental que quisieron publicar con el mismo nombre y la voluntad de sacarlo junto a este lo relegaron a ser la obra más tardía de los Fab Four. Entonces surgen dos preguntas más ¿Porqué le cambiaron el nombre y que significaba el primero? Get Back hacía referencia a una vuelta a los orígenes, a su sonido más rockero, sencillo y desenfadado ya que sus últimas obras contenían una gran complejidad musical que les habían alejado de los escenarios.

La que tenía que ser la portada de Get Back,
haciendo referencia a Please, Please Me (1964)
Eso se debe a que no se veían capaces de trasladar lo que hacían en el estudio a los escenarios. Lo segundo el cambio de nombre, que se debió a las diferentes grabaciones que se hicieron del álbum hasta el momento de su salida, ya que existen dos versiones de Get Back que fueron anuladas hasta que salió Let It Be. Este es un nombre bastante simbólico ya que lo podríamos traducir como "dejale ser" o casi como "dejale existir", a un disco que se les complicó más de lo que habían pensado de un inicio. Además con estos Beatles tardíos era mucho más difícil hacer nada, ya que existían fuertes conflictos entre ellos, eran cuatro individualidades con sus egos (más bien tres, George Harrison era bastante bonachón) y llegar a un consenso para un disco era por decirlo a lo bruto un asco.

jueves, 22 de enero de 2015

Crítica: Reflektor de Arcade Fire (2013)

La traición lo defino como un engaño que se comete contra otra persona y que es tomada de imprevisto, debido a la supuesta confianza que había entre el mentiroso y el engañado. Lo que ocurre es que en el mundo de la música esto de fiarse de que un artista siempre va a mantenerse impoluto en su estilo, sin torceduras ni experimentos con gaseosa, es muy poco recomendable.

Hay pocos que haciendo calco tras calco de sus esquemas consigan la calidad suprema; AC/DC es una excepción dentro de la guía y evidentemente, en su época buena. Pero lo normal es que un artista tenga hambre de ponerse a prueba, de sorprenderse y si es suficientemente original logrará innovar, como David Bowie. Y entonces ya después de esta pequeña aclaración, ya podemos discutir sobre el dilema moral de Arcade Fire...


Arcade Fire es sin duda una de las mejores bandas de la última década y como no una de las que han mantenido en vida, aunque fuera de forma intubada, la música de calidad.  Desde su nacimiento han sido como el nene bonito y repeinado del que todas las madres de chiquilla de clase querrían como futuro nuero. Un encanto de niño, educado, creativo, muy esmerado con sus tareas y listo muy listo. Tan perfecto o más bien tan perfecta e impoluta era la criatura de Arcade Fire que cuando el proyecto ha madurado, todos nos encontramos en 2013 que el niño bonito que toda madre quería para su hija era gay.

Se ha salido de un mercado del que había creado unas expectativas más altas que el firmamento con Funeral, Neon Bible o Suburbs, para entrar en la farándula discotequera y funk con Reflektor. Y os lo digo a buenas, olvidaos de una crítica como las que hago normalmente, esto merece un enfoque nuevo y un poco de paciencia, preparaos un buen tazón de café que hoy toca filosofar un rato. El argumento de nuestra lección de filosofía de hoy es: 
¿Porqué Reflektor es la gran obra maestra aborto de 2013 y una de las mayores de la nueva década? Razones para entender un ambicioso proyecto de autodestrucción y regeneración artística.

viernes, 16 de enero de 2015

Crítica clásica: Flick of the Switch de AC/DC (1983)

¿Cual es la postura que debe toma la gente cuando una obra artística ha sido y es infravalorada desde el momento de su concepción? Primero, hay los que condicionados por los prejuicios, siguen la corriente, la rechazan y permiten que siga fluyendo el río de la ignorancia. Otros, la disfrutan secretamente como si fuera un pecado que no debe ser sabido por los demás.

Finalmente, están los que con algo más de carácter les repatea que una obra en la que han encontrado encanto la traten como un bodrio del montón. O acaso es que a alguien le gusta que le digan fea a nuestra pareja. Pues en la misma encrucijada nos encontramos algunos con este disco y no precisamente desde hace poco tiempo. Creo que para eso me debo remontar a 2008 para encontrar algunos defensores serios.

En esos años yo era un auténtico novicio en esto de analizar los discos y mirar canción por canción el valor que tenían en un disco. Pero un artículo en El Portal del Metal (grandísima web para culturizarnos) sobre este disco me hizo abrir el apetito por ver que daba de si un disco que en muchas webs era atacado de poco inspirado, repetitivo e incluso de Powerage de segunda. Lo admito, a mi me va el morbo de lo malo, de las películas que te sangran las retinas, de los discos que te agujerean los tímpanos y de pegarme cuatro risas con algún experimento con gaseosa artístico que acaba resultando basura. En este caso me lleve una decepción de que no fuera malo y con el tiempo y la perspectiva, la decepción se volvió en encanto.

En 2010 había rescatado el disco de las llamas del olvido de nuevo y en 2012 ya era un disco que escuchaba con asiduidad y alevosía. Lo fui interiorizando poco a poco junto a otros discos de AC/DC y al final consideré que la etapa más fructífera y de calidad de la banda australiana va desde el crudo y efectista Let There be Rock (1977) hasta este disco. 6 discos de calidad asegurada en los que a diferencia de lo que dicen muchos, si hubo una notable evolución creativa tocando lo más oculto, violento y experimental en Powerage (1978), creando grandes hits con canciones de base más accesible pero de calidad en Highway to Hell (1979) y Back in Black (1980) y finalmente dando paso a himnos, mid-tempos y haciendo lo que llamo hard rock popero en For Those About to Rock (1981).

Una etapa de cambios para AC/DC

martes, 13 de enero de 2015

Crítica: Awake de Dream Theater (1994)

Un clásico, a gusto de un servidor, es una de aquellas obras que crea un referente de calidad y de estilo que al largo de las generaciones pervive y pervive causando admiración, debate e investigación. Por ejemplo, Antigona de Sófocles es un clásico de las tragedias griegas porque su historia es potente, sus personajes profundos y sobretodo porque nos demuestra que no todos estamos regidos ante los mismos principios de justicia.

Dentro de la música también considero que existen unos clásicos lejanos como Vivaldi, Bach, Haydn, Mozart o Richard Strauss (la lista sería más larga). Todos ellos son grandes nombres que han aportado grandes composiciones en las que desplegar su visión sobre la música. Sus obras eran lo suficientemente grandes como para considerarlas un sello identificador de su tiempo. Pero los clásicos no siempre tienen porqué ser creaciones lejanas en el tiempo con las que nos sintamos un poco alejados del músico. Hay veces que solo tirar unas páginas atrás en un libro ya nos podemos encontrar una frase memorable...

Con ese concepto en la cabeza os quiero presentar a Dream Theater una banda trascendental durante los años 90 y 2000 en el terreno del metal progresivo y en general en el rock progresivo (¿recordais Pink Floyd, Genesis, Yes?). Aunque hay otros grandes exponentes del género en su época, la mera existencia de esta banda permitió que el intrincado género progresivo perviviera. Por decirlo de una forma un poco patán y simplista, Dream Theater son los Pink Floyd de su generación en términos de ambición y evolución, pero con la diferencia de que el género que lideraban estaba un poco tocado. Para lidiar esto, estos neoyorquinos sacaron 3 obras maestras a lo largo de los años 90 que demostraron su genialidad.

De izquierda a derecha: Kevin Moore, John Petrucci, James Labrie, John Myung, Mike Portnoy

domingo, 11 de enero de 2015

Crítica: Modern Vampires of the City de Vampire Weekend (2013)

¡¡Ohh si, nena!! Este tio habla de Vampire Weekend, seguro que es un hipster como nosotros que idolatra Starbucks mientras curiosea su (aiaiai)-Pod. ¡Me escuece la camisa de franela cuando oigo esa barbaridad! Entre nosotros, ya no está de moda ser hipster, tiene demasiados seguidores, ahora lo que se lleva es... ¡Ser una persona normal, cagüen!. Pero entonces ¿porqué analizo a esta banda? Por una razón muy sencilla: son una de aquellas bandas que reflejan con mejor calidad nuestro tiempo.

Pueden ser simples y complejos, poperos (indie, claro está) o surfer rockers de primera fila. Hoy nos regalan una canción que sale en un anuncio de H&M y mañana una melodía que hace referencia al ateísmo que va apareciendo en la sociedad. Y es que sin mentir, cada vez la religión es menos la que impone los valores en la sociedad occidental y más las modas y gustos, que además, son bastante efímeros y caducos. Y oye, sobre esto solo diré algo, si has de ser bueno, que sea porqué tu quieres independientemente de si tienes un dios con el que pasar o no.

Lo interesante de todo esto es que en nuestra época de la glo(c)alización, falsamente nos hacen creer que nuestra opinión vale y que el mundo va a actuar para solucionar nuestros problemas. Pero ciertamente en un mundo en el que una relación puede acabar por Whatsapp, somos mucho más esclavos de lo que nos creemos. Algunos me preguntareis a que viene todo este discursito, y simple y llanamente os puedo responder que este es el mundo en el que vivimos y en el que ha nacido un disco como este. Y eso es muy importante, ya que todo aquello de lo que nos hablen sus canciones, si las entendemos, es muy probable que lo asociemos con la vida que nos rodea aquí y ahora.


Centrándonos más en esta banda nacida en Nueva York, es importante ver que con el que repasamos hoy ya son 3 los redondos que hemos podido saborear de estos jóvenes músicos. Un disco homónimo (2008) por el que muchos darían parte del riñón por sacarlo; colorista, divertido y renovador, su sonido mezcla del pop y de las músicas africanas daba vida a mis esperanzas de que se seguía produciendo música de calidad. Contra (2010), su continuación era otro disco excelso, que sabía tomar el estilo del disco anterior y enriquecerlo con fórmulas ochenteras, del dub e incluso lo psicodélico. Tenía momentos de grandes bases rítmicas y otros tantos de intimismo y experimentación.

miércoles, 7 de enero de 2015

Crítica: The Final Frontier de Iron Maiden (2010)


Ya hace algo más de cuatro años que apareció en el mercado el último disco de Iron Maiden. Para ellos ya hace mucho que ha pasado aquella era en la que era normal sacar un disco por año (de aquellos que marcan leyenda), hacer una gira y volver al estudio, casi sin tiempo para respirar. Han dado mucho de si y por ahora parecen cómodos saboreando las mieles del éxito, después de tiempos grandiosos en los 80 y tiempos de baches y salidas de grandes figuras durante los 90 (Bruce Dickinson y previamente Adrian Smith).

Pero para saber con que Iron Maiden nos enfrentamos en la actualidad tenemos que poner la vista en el año 2000, momento del reencuentro de todos los grandes astros de la banda, los que se quedaron y los que se fueron. Hijo de ese momento de euforia y fuerzas recuperadas saldría Brave New World, que en mi mente se vislumbra como un gran disco, solo un peldaño por debajo de todo aquello que habían hecho hasta 1988. El público evidentemente reaccionó con euforia y Maiden de nuevo era un llenaestadios como casi una década atrás. Empezaba una nueva etapa que aparentemente a dia de hoy continua.

En esta nueva etapa con la alineación clásica, previamente al disco que hoy dedico unas lineas, ya se habían parido tres discos: Brave New World, que resultaba un disco esperanzador, dinámico, creíble y sobretodo hecho con unos músicos en estado de euforia. Dance of Death (2003), que en cambio era bastante más conformista y que aún con momentos muy lúcidos, sonaban a un Maiden más preocupado en sonar a Maiden, que en sacar todo el talento que realmente poseen. Finalmente A Matter of Life and Death (2006), un disco denso, elaborado y que tiene un aroma progresivo ineludible, como un Seventh Son pero con menos magia y más terrenal. Se estaba siguiendo la senda correcta y los músicos de la banda (sobretodo Steve Harris) estaban haciendo navegar el barco hacia nuevos puertos musicales sin traicionar su sonido.

Iron Maiden, de hoy y de siempre. Leyendas consolidadas