viernes, 29 de enero de 2016

Crítica: The Next Day de David Bowie (2013)

Cuando tengo la oportunidad, me gusta salir de lo coherente para simplemente hacer aquello que mejor me describe. En el caso de la crítica que os he decidido presentar ocurre eso. Lo normal es que cuando muere un músico de muy alta estima que ha sacado algo recientemente, pues se mire aquello que es o de más rabiosa actualidad o que se haga un homenaje a aquellas grandes creaciones que en su momento lo elevaron al Olimpo artístico. Bien, pues a mi no me apetece. Y si, se que algunos mirareis esta critica como el que abre la nevera, ve un yogur caducado de hace dos semanas y se plantea si aún está comestible; pero amigos, yo soy de los que coge una manzana y va viendo como coge moho y cambia de color, para ver lo que su entorno y el tiempo hacen con ella. Eso ocurre, porqué vivimos en un mundo que sigue la filosofía de infravalorar o encontrar un tanto inoportuno aquello que ya tiene un sucesor y que no tiene tanto tiempo en su haber. Los móviles se quedan anticuados en nada (bueno, nos fuerzan a creer eso), las tecnologías son sacadas al mercado a cuentagotas, para obligar al consumo constante, ideas incompletas, actualizaciones de pago, más de lo mismo con un nuevo nombre... E incluso estamos haciendo esa tortura a la música, un arte que se supone que se queda ya como legado a partir de su salida, que habla de su tiempo y del artista. En el caso de The Next Day, estamos ante una realidad evidente.

Para mi gusto, un homenaje bueno siempre será aquel hecho de corazón y de forma sincera. Y hablar de Blackstar (2016), cuando aún no he vivido con él lo suficiente para valorarlo, no sería una forma sincera de decir adiós. Y es que hoy quiero encontrarme como despedida de uno de mis artistas mas admirados, con sus reflexiones en una edad veterana de la vida, pero sin el dramatismo aún de la muerte. Curiosamente, aquí nos encontramos con la faceta contraria. Bowie empezó a trabajar en este disco después de años sin publicar nada, por su ansiedad de demostrar que seguía vivo y que le quedaba mucho que ofrecer al mundo a nivel de música. Creo que es esa, la faceta con la que me quiero quedar y con la que os introduzco en este texto en el que me voy a permitir sentir y revivir todo aquello que este disco me regaló. Eso si, soy crítico y aunque me gusta vivir y tratar con sinceridad lo que hablo, todo se debe ver con perspectiva y como cada disco, debe ocupar su puesto de valor según su calidad.

martes, 26 de enero de 2016

Crítica clásica: Rust in Peace de Megadeth (1990)

Con la salida a la venta del nuevo disco, Dystopia (2016), des de la Jukebox nos vemos con ganas de rememorar el que es el mayor pico creativo de esta banda para poner luego en perspectiva la calidad de los discos que analizaremos de Megadeth. Evidentemente, la semana que viene haremos la crítica del material nuevo, pero todo llegará, hoy es dia de "corroerse en paz". Y aunque muchos ya habréis percibido por vuestros propios oídos lo que hace destacar tanto esta creación thrash, los más desconocedores o los más exigentes pediréis que razone eso como hago siempre, profundizando en las canciones, en sus letras y en su poder. Pero sin duda, eso necesita antes una buena presentación en contexto sobre lo que vivía la banda de Dave Mustaine (y en gran medida Dave Ellefson) por aquel entonces.

Hacia 1988 la banda iba escalando en el éxito tras ser añadida en el tour del Monsters of Rock y con la publicación de So Far, So Good... So What (1988) que aunque no llegaba a las cotas de Peace Sells (1986), seguía ampliando el sello de la banda. Pero ciertamente en el seno de la banda, lo que se puede calificar como estabilidad no había, ya que ni Dave Mustaine había logrado hacer una formación estable para la banda, ni Ellefson parecía andar por el camino correcto enfrascado en las drogas. Como esa situación se debía acabar y terminar con los conflictos entre Mustaine, Jeff Young (guitarrista solista) y Chuck Behler (baterista), este primero los echó y puso a Nick Menza en los parches (siendo este el técnico de batería de Behler) y hacia 1989, entró Marty Friedman, un guitarrista de gran virtuosismo, pero al que Mustaine obligó a cambiarse el peinado glam.

jueves, 21 de enero de 2016

Crítica: The Suburbs de Arcade Fire (2010)

Después de un parón repentino de casi 5 meses, vuelve La Jukebox con una crítica sobre uno de los referentes de la música de calidad en el nuevo milenio, Arcade Fire. Siempre ubicados en mi mente entre las 3 bandas mas importantes de música indie que tenemos, no se puede negar que aún así se estan acercando alarmantemente los tres años desde su última incorporación musical, cosa que si las matemáticas se cumplen, supondría en breve la aparición de un nuevo retoño de los canadienses. Si bien en este blog ya hemos hablado sobre Reflektor (2013), un disco rompedor con todo lo que venía tras él, hoy hablaremos de un disco más cercano a su esencia original.

Con un buen número de integrantes pero con el liderazgo claro de Win Butler y Régine Chassagne, el sonido fundacional con el que se presentaron en el mundo mezclaba el sinfonismo con lo indie, cosa que podemos ver en una forma más sencilla en ciertos temas de Vampire Weekend, por poner un ejemplo del mismo género. Ellos podían ofrecer algo similar a la corriente del post-punk revival, pero con tal riqueza instrumental de fondo que logró sorprender. Esa sorpresa era todo un logro, no sólo por sonar a algo nuevo y currado, sino también por el hecho de estar codo con codo a nivel de innovación de una banda tan consagrada como Radiohead, ya que mientras sacaban discos como Funeral (2004) o Neon Bible (2007), los ingleses saltaban a la palestra con Hail to the Thief (2003) o In Rainbows (2007) poco antes o de forma muy paralela a los canadienses.