sábado, 27 de febrero de 2016

Crítica clásica: 4 de Foreigner (1981)

Símbolo inequívoco de su tiempo, Foreigner es de esas bandas que si realmente se vuelve a ellas es con una máquina del tiempo, ya que si bien siguen vivas, no ofrecen ninguna innovación en su sonido a lo largo de los años. Lo que ocurre es que igual que otras bandas como AC/DC (que también tiene este síndrome); hay un punto álgido en el que este sonido se perfecciona y llega a su mayor nivel de matices. Pero vayamos unos pasos atrás en nuestro análisis sobre esta banda... Esta banda anglo-americana fue sin duda una de las que definió el sonido del rock entre finales de los 70 y finales de los 80. Su estilo elegante de hard rock les llevaba a hacer canciones con garra y gancho. Si ya en 1977 su disco de debut homónimo, se llevó una gran aprobación del público con temas como Feels Like the First Time o Cold as Ice, fue sin duda por la nombrada virtud que poseían sus composiciones.

Como bien ocurría en aquella época, si tu debut triunfaba, al año siguiente ya tenías que estar pariendo un sucesor y como ellos no eran la excepción pues surgió el continuista (pero para que negarlo, muy bueno) Double Vision (1978). La voz de Lou Gramm conjuntada con las melodías de guitarra de Mick Jones y el teclado de Al Greenwood parecía no tener fin a la hora de ofrecer momentos sublimes musicalmente. Entonces llegó Head Games (1979), que seguía con unas cotas de calidad muy altas pero con un sonido más áspero y rockero. Roy Thomas Baker, que había sido productor de Queen en años anteriores con A Night at the Opera (1975) y A Day at the Races (1976), había logrado sacar una sonoridad diferente a la banda, pero creo que la banda liderada por Mick Jones y Gramm buscaban algo diferente a nivel de producción. En aquella época, un productor conocido como "Mutt" Lange, había roto el molde al producir un disco como Highway to Hell (1979) y aún iba a reventar más el mercado con Back in Black (1980) con unos AC/DC que muchos tomaban por heridos de muerte tras la muerte de Bon Scott. Conclusión, querían a ese tío con ellos en los mandos del estudio...

viernes, 19 de febrero de 2016

Crítica: Music Complete de New Order (2015)

Hasta hace unos días, cuando me avisó nuestro colaborador del blog Adrià Calvo, no me había parado a pensar en hacer una crítica del trabajo nuevo de New Order. Al recalcarme bastante el hecho de que el contenido del disco podía ser bastante bueno y como falca, mejor que el binomio de discos Waiting for the Sirens Call (2005) y el Lost Sirens (2013). Siendo el segundo un conjunto de descartes retrabajados del disco de 2005, pues me ha levantado la curiosidad de como sería el nuevo material de estos ingleses después de 10 años sin componer de zero. Pero antes haré un poco de presentación de la banda, eso si, a mi manera. New Order es una de las grandes bandas baluarte del synthpop de los 80, nacida de las cenizas de la banda Joy Division después de la muerte de su cantante Ian Curtis. Su trabajo en la década ochentera fue esencial para el desarrollo de la música pop electrónica y aunque me he propuesto no nombrar ninguno de sus discos de entonces (hasta que haga una crítica sobre alguno de ellos), os remito a que le deis una buena escucha.

En la etapa nueva en la que se encuentran, la banda ya sin su bajista clásico Peter Hook, han estado reviviendo la llama que dejaron con leves chispas en 2007. Ciertamente estos veteranos músicos ya dejaron en su tiempo una impronta muy potente y debido de alguna forma a su descenso de calidad en el nuevo milenio, ya no se veía tanto como esa banda atemporal que podía sobrevivir e innovar, sino más bien como una banda que a tenor de lo que ocurría en el nuevo mundo musical, ellos se adaptaban. Si bien Get Ready (2001) resultó ser un ejercicio interesante y de calidad, sin impresionar, lo que ha venido luego, almenos en mi caso, no ha tenido un calado similar. Por eso, cuando el año pasado supe que New Order iba a publicar nuevo disco, no me sentía emocionado, sólo me quise mantener a un lado hasta que me decidiera a escucharlo con calma. Ese momento ha llegado...

miércoles, 17 de febrero de 2016

Crítica clásica: Countdown to Ecstasy de Steely Dan (1973)

La elegancia es una actitud que se transmite a través de diferentes elementos de nuestras acciones. El andar, el hablar, el esperar, reivindicar lo que uno quiere y conseguirlo de forma cortés, el equivocarse y levantarse con dignidad (incluso haciendo sutil mofa del error); todo cuenta en favor a tener una forma bella de vivir (aunque imperfecta, para que negarlo). Musicalmente también encontramos composiciones así, es decir, que por su tempo, ejecución, melodía y cantar nos evocan al buen gusto sin pretensión, al color sin abuso, a los matices sin llegar a lo hortera. Por lo que mi criterio me dicta, Steely Dan es una de esas bandas que cumple con aquello que interpreto como elegancia. Músicos jazzísticos que no hacen ascos al rock y que tratan con humor y inteligencia los temas que hablan.

Debemos entender que tras el resultado que en breve podremos apreciar, hay un gran nivel de técnica y perfeccionismo. Hay una gran seguridad en las habilidades de los músicos que conforman la banda, pero afortunadamente son músicos que buscan exprimir sus capacidades para ofrecer algo nuevo a sus oyentes. Walter Becker (bajista y guitarrista) y Donald Fagen (cantante y tecladista) son de esos músicos que generan envidia sana al verles tocar. Unos tíos realmente "salaos" que en su carácter más desaliñado, saben ofrecer grandes arreglos musicales, buenas melodías y sobretodo, tienen como propósito seguir evolucionando incluso siendo ya unos veteranos. Hoy, veremos una de las primeras obras que formularon como grupo y en la que se demuestra sin duda una banda prometedora e innovadora. Por otro lado, Dan tubo una fuerte influencia de Frank Zappa en lo que a comedy rock se refiere, por lo tanto, recalco de nuevo que la elegancia y la sátira fina inundaban sus creaciones.

martes, 16 de febrero de 2016

Crítica clásica: Rebel Yell de Billy Idol (1983)

Hoy volvemos a la gloriosa década de los 80 con uno de sus músicos más icónicos del momento. Billy Idol (William Michael Broad) del cual podemos decir que su nombre era toda una seña de sus intenciones, marcó claramente la década con un tipo de música que fusionaba el hard rock, el punk y la comercialidad con su increible garra vocal. A la vez su destino estaba ligado a encontrarse con el gran guitarrista Steve Stevens, el cual ayudaría a perfilar el carácter que representaba no sólo Billy Idol como solista, sino como banda. Mucha gente con los años ha tomado a este artista como un mero hijo de la era y el boom de la MTV, pero tal vez merece su obra un poco de pausa para que la gente reconecte con él. Para eso, también es necesario entender que Billy Idol no viene de la nada para de golpe y porrazo ser una figura famosa.

Una versión más primitiva del sonido que Idol nos ofrecería en los 80 se encontraba en su anterior banda, Generation X. En ella la esencia punk era mucho más visible y ya se podía percibir el carácter vocal del cantante. Por eso, si queremos ver el origen de lo que tenemos hoy bajo la lupa tenemos que fijarnos en esa banda y sobretodo en el disco Kiss Me Deadly (1981), que indudablemente fue la transición hacia su carrera en solitario con su éxito Dancing with Myself. Entonces, dio inició ya la carrera en solitario del cantante y compositor; que entró con bastante fuerza con Billy Idol (1982). En este disco ya empezaba su colaboración con Steve Stevens, guitarrista que rescató el lado punk de Idol y lo fusionó con el hard rock y un toque de virtuosismo que daba como resultado canciones con un gran empaque como White Wedding (Part I) o Hot in the City.

domingo, 14 de febrero de 2016

Crítica clásica: Mutter de Rammstein (2001)

Una de las bandas más importantes del mundillo metal en los últimos 20 años ha resultado ser una banda alemana con una fuerte influencia de la música industrial. Rammstein podría decirse que es la legítima heredera del papel vital de los alemanes en el rock duro tras Scorpions y Accept. Esa para nada es una afirmación gratuita, ya que se ha demostrado que su estilo hablaba para su generación igual que las dos respectivas bandas anteriores lo hicieron para sus décadas. A la vez hace falta entender en que contexto encontramos a Rammstein y que novedades nos trae.

Primero, nos debemos situar a mediados de los 90, cuando la moda estaba en todos aquellos corrientes musicales alternativos. El rock, el pop, el metal, incluso el folk existían de una forma un tanto peculiar y todas aquellas bandas que querían conservar las formas clásicas, pues quedaban apartadas del camino. El grunge estaba dejando atrás al hard rock tradicional; el metal industrial, el nu-metal, alternativo y el groove (Sepultura, Marilyn Manson, Faith No More, Korn o Pantera) tomaban el relevo de el metal convencional y melódico de los 80; el rock con electrónica era el nuevo boom (Nine Inch Nails, con los años Radiohead), la música pop se convirtió en un filtro donde se permitía todo gusto y estilo (Jamiroquai, Spice Girls, Backstreet Boys, Madonna, Take That...). En todo este batiburrillo había sitio de sobras para una banda como Rammstein, que sintetizaban un nuevo sonido para el rock duro alemán junto a otra importante banda alemana Oomph!

Hoy. vamos a analizar un momento ya avanzado de esta fase de transformación de la música. Es decir, vamos a saltar de golpe algunos peldaños de la carrera de Rammstein para ver como esa escena alternativa de los 90 pudo continuar o más bien, tener sus deseados frutos de los que se bebe hasta la actualidad. Era el año 2000 y ya había pasado mucho tiempo desde que la banda había saboreado las mieles del éxito con Sehnsucht (1997) y era hora de ofrecer un sucesor a ese disco. Toda la banda preparaba una seguidilla de canciones que continuaran con aquel sonido que los elevó a la fama a finales de los 90, pero con la feliz idea de implantar alguna novedad sonora. Eso, junto a las letras de Till Lindemann presagiaban un paso adelante en la carrera de la banda

miércoles, 10 de febrero de 2016

Crítica: The Astonishing de Dream Theater (2016)

Hacer una obra de gran formato representa un trabajo muy intenso y largo con un artista. La implicación con la que debe tratar cada milímetro de su creación debe ser el adecuado para que el conjunto general brille, sea por ese gesto dramático de brazo en la escultura, ese adorno sutil en una balconada o el personaje pintado entre la muchedumbre de una guerra (no puedo evitar pensar en La Batalla de Tetuan del genial Mariá Fortuny). En la actualidad, también percibo artistas que les gusta ponerse cara a cara con un proyecto de gran magnitud y los que sois seguidores de este blog, sabréis que tengo predilección por unos virtuosos en concreto, Dream Theater. Y no es que sea un mero hecho de sonido la razón por la que me gusta esta banda; el hecho es que además puedo recorrer un largo catálogo de obras en las que virtuosismo e innovación/renovación han ido de la mano. Eso si, no puedo negar que ciertas de sus obras no me han logrado calar por una sensación extraña de falta de espiritu. Discos como Octavarium (2005), Systematic Chaos (2007) o A Dramatic Turn of Events (2011), aún con sus grandes luces, representaban a mi gusto un cierto tufo de virtuosismo sin suficiente focalización en que el disco tuviera ese "qué" especial, ese aura que los hiciera realmente únicos.

Por suerte en el último disco de la banda, llamado Dream Theater (2013) la cosa mejoró. Lo peculiar del disco es que recuperaba sonidos de diferentes puntos de la carrera de la banda, pero lo hacía de tal forma, que renovaba la fórmula y en definitiva, le daba un regusto fresco, potente y bello. Pero hace unos meses recibía la noticia del que es el disco que hoy analizamos y básicamente las cifras emocionaban a la vez que asustaban. 34 temas, más de 2 horas de música, un álbum conceptual a lo Metropolis Pt.2 (1999) y temática de ciencia (o casi) ficción situado en el 2258. Encima, un disco llamado The Astonishing (el asombroso), parecía advertir a los fans de algo ambicioso, brutal, virtuoso; vamos, casi de orgasmo. Entonces surgieron las dudas que me recordaron los discos menos sólidos (porqué es una banda que no ha sacado un disco malo) y pensé si nos encontraríamos con el enésimo intento de querer compensar vacíos de originalidad con montañas rusas de pretensión.

lunes, 8 de febrero de 2016

Crítica clásica: Neu! de Neu! (1972)

Trolear al mundo de la música es un hecho que no se queda nunca anticuado. Los humanos andamos con unos principios preestablecidos de los mínimos que ha de tener cualquier cosa para ser digna, pero ¿y si no estamos de acuerdo con eso? La respuesta es el troleo. En principio todo empieza con la intención de joder a los de arriba, ser l'enfant terrible que tiene un berrinche adolescente. Al final, se convierte en lo que la historia llama "el momento de la ruptura". Desafortunadamente, hay revoluciones que se dan por el subsuelo de la sociedad normal y si bien no consiguen el impacto esperado, al final acaban influyendo a las personas adecuadas.

En la historia de hoy nos tenemos que situar a principios de los años 70, en un entorno musical realmente especial en el que existía una renovación del rock, el pop, el inicio de la explosión del funk y el gran mar de música progresiva que se estaba originando. Esta música progresiva, tubo en Alemania su auge a través del conocido como krautrock, que nos trajo consigo bandas como Tangerine Dream, Faust o Kraftwerk, que tenían una sonoridad bastante particular y diferenciada del progresivo inglés. Esa diferencia sobretodo recaía en la electrónica que los alemanes añadían a su fórmula y como esta se conjugaba con una cierta aleatoriedad melódica; por lo tanto, siendo unos músicos muy cercanos a las novedades que había traído consigo Karlheinz Stockhausen (básicamente uno de los padres, sino el padre de la música electroacústica clásica).

Entre las nombradas, centrémonos en Kraftwerk ya que en ella se formó la semilla del disco que hoy vemos. La banda liderada por Ralf Hütter y Florian Schneider, tubo en su seno en sus inicios a un batería de sesión llamado Klaus Dinger, pero dentro de la formación, Dinger no tenía suficiente cancha para aportar sus ideas y después de intervenir en el álbum de debut, Kraftwerk (1970), se fue. Dinger conocía a un talentoso músico que había intervenido en The Spirits of Sound (banda que en los años 60 uniría al personal que luego formaría Kraftwerk), ese era el tecladista Michael Rotter. Los dos músicos congeniaron en su idea, crear una alternativa sonora a Kraftwerk y a Tangerine Dream. Las sesiones de grabación fueron fugaces y en diciembre de 1971, empezaron y acabaron el disco.

viernes, 5 de febrero de 2016

Crítica: Dystopia de Megadeth (2016)

Si hace poco estábamos repasando el legado del "ayer" de Megadeth, hoy nos toca poner atención al último disco recién salido de los caballeros de Dave Mustaine. Todo el mundo esperaba una gran mejora respecto a su antecesor, Super Collider (2013), ya que sin ser un bodrio absoluto, demostraba ser el enésimo intento fallido de Mustaine de realizar un disco comercial. Eso si y aunque poca gente se atreva a decirlo, había temas realmente rescatables como Off the Edge, Dance in the Rain o Beginning of Sorrow, que demostraban que incluso en horas bajas, las buenas ideas fluyen. Pero claro, la historia no terminó ahí ya que muchos fans viendo una especie de declive con la alineación actual (con Shawn Drover en la bateria y Chris Broderick en la guitarra), pedían el regreso de la alineación clásica que vimos en Rust in Peace. Según nos cuenta Mustaine, Drover y Broderick decidieron dejar la banda e irse a otro proyecto, viendo que un sector de los fans (la verdad, no me incluyo) los querían fuera. Entonces, en ese punto es cuando empieza la historia de Dystopia...

Poco antes que los ahora ex miembros de Megadeth marcharan, Mustaine ya estaba trabajando en nuevos riffs para el sucesor del disco de 2013. La idea, revitalizar a toda costa la monstruosa energía por la que era conocida su banda. Pero con la marcha de los dos miembros, el trabajo de Mustaine y Ellefson se ralentizó un poco; empezaba una época de negociaciones con Marty Friedman y Nick Menza. La cosa no dio frutos, por lo tanto no había opción de tener de regreso la mitológica alineación clásica. A titulo personal, hubiera sido interesante, pero igual que la reunión parcial de Guns N' Roses que se está dando actualmente, no aseguraba nada. Cuando pones sangre nueva y fans enfervorecidos de nuevo y gran material, es cuando de verdad las cosas se ponen interesantes... Y ¡vaya dos fans! Chris Adler (Lamb of God) y Kiko Loureiro (Angra), son el claro ejemplo de los músicos que crecieron con Megadeth y que tienen una visión de la banda, que al entrar en ella, querían cumplir.

jueves, 4 de febrero de 2016

Crítica clásica: Wish de The Cure (1992)

Como ya sabéis, soy bastante fan de recuperar discos que considero que merecen un mejor trato por parte de la crítica. Evidentemente, son discos a los que he consolidado mis conocimientos sobre ellos a través de las escuchas, pero eso si, su encanto y belleza las he encontrado ya como fruto de la primerísima escucha. Y es que esa siempre ha sido mi condición para querer rescatar un disco; tener más ingredientes de los que aparentemente la "prensa especializada" parece encontrar. Pero por otro lado, siempre me autoimpongo el hecho de no dejarme llevar por la euforia, ya que es mejor coger mis sentimientos y balancearlos detenidamente con lo que en realidad hay. Si bien en el amor no he podido luchar tanto por la objetividad, por lo visto, en mi amor imperecedero hacia la música (y mutuo, ya que me regala experiencias geniales) si tengo ese talento y por eso, ha llegado la hora de pasar cuentas con un viejo conocido mío.

Ante todo y por lo que he leído a lo largo de los años, Wish (1992) es el disco que partió a la prensa y público en dos y sobretodo cuando se han hecho retrospectivas de la carrera de The Cure. Dos ejemplos claros: Allmusic (representante de la crítica especializada) le coloca dos estrellas y media, en cambio Sputnikmusic (representante de la valoración popular del disco), le pone un 3,8/5, cosa que lo sitúa claramente entro lo más destacable de la banda inglesa. Comercialmente fue un éxito, si no me equivoco el mayor de toda su carrera. Entonces la gran pregunta que me formulo a veces sobre este disco es: ¿Que razones hay para que la crítica lo trate así? Muchas veces mientras ojeo los vinilos de las tiendas de Barcelona lo busco y no lo encuentro; y al mismo tiempo la pregunta se va formulando en mi cabeza una y otra vez. Por esa razón, me quiero parar un poco a observar por mi mismo este disco y mostrar mi criterio, para poderme quitar esa espina.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Crítica: Salad Days de Mac DeMarco (2014)

Hasta las personas más elegantes del mundo tienen días desaliñados; días en los que te combinas fatal las zapatillas y el pantalón cutre de pijama con ese fajo de pelo que se ha quedado levantado como la cresta de un gallo y que le llamamos el "quiquiriquí". Pero maravillas de la ciencia o de yo que se el qué, a día de hoy lo que es un poco dejado mola o al menos no te salta la inquisición encima para acusarte de brujo. Estamos en el siglo XXI, un periodo en el que la electrónica inunda hasta la más diabética de las ramas del pop, por esa razón y por la superficialidad de lo comercial, muchas veces reclamo ese sonido casero, tranquilo, de sonrisa emporrada y de imperfección aparente. En ese perfil encaja un joven chaval canadiense que tiene por estilo de vida el despiporre y el no dar explicaciones de nada a nadie, pero eso si, emanando una especie de luz y alegría que pocos artistas saben traer a la música actual. Mac DeMarco representaría el tío con el que no es tarea difícil tener un rato de colegueo, compartir un porrete y cantar tres o cuatro canciones jangle en algún local o polígono abandonado.

Pero no nos llevemos a engaño, ya que este hombre tiene algo bastante interesante que aportar a nivel musical. Su estilo musical une de forma muy sutil la fórmula indie con ciertas raíces camperas/folk que hacen de su música algo sencillo de forma pero pegadizo de una forma un tanto indescriptible. Rock and Roll Night Club (2012) y 2 (2012) eran su carta de presentación y toda una declaración de intenciones a nivel estiístico. Algunos dicen que la música de DeMarco se ha descrito como blue wave (oleada tristona) o slacker rock (rock vago) por ciertos especialistas, pero el propio músico le ha llamado jizz jazz (semen jazz). Todo eso se debe al espiritu tranquilo, feliciano y autocomplaciente de las melodías. Pero la mejor forma de entender el sonido de este hombre es entrar en materia con su disco Salad Days (2014), que en buena medida encumbra las intenciones de sus primeros discos.