domingo, 30 de agosto de 2015

Crítica: Valtari de Sigur Rós (2012)

En la actualidad, mucha de la música de moda en los entornos más alternativos es la música quietista, oscura, densa, reflexiva. A veces estas tendencias se unifican, a veces no. Pero cabe admitir que aunque en la anterior década el post-punk dominaba como sonido de los subsuelos y no tan subsuelos musicales, en los 2010's, hasta las bandas con una fuerte marca rítmica han decidido calmar su fórmula y volverse más reflexivos e introspectivos. Me valdré de dos de mis bandas favoritas actuales para exponerlo. Por un lado, Vampire Weekend ha apagado un poco ese nervio tribal que había tras su música pop en Modern Vampires of the City (2013); por el otro, Arctic Monkeys en AM (2013) también han optado por alejarse un pelín más del post-punk revival y acercarse a un rock clásico y elegante, que aunque a ratos tiene un poco de garbo, se quieren acercar más a un estilo elegante y poético, con mucho sex appeal. Pero este cambio en la música se llevaba preparando desde años atrás y de forma muy paulatina. Sigur Rós en los 90 fue una de las bandas en iniciar este sonido y Radiohead le daría mucho bombo y reconocimiento también por aquellas fechas, experimentando con la electrónica. Y por poner un ejemplo más, no me puedo dejar a los escoceses Mogwai, que también desde los 90 popularizarían este estilo, teniendo una mayor eclosión popular en los años 2000.

El sonido del que se conoce como post-rock, parece haber inundado el mercado y afectado a según que bandas y estilos con mayor o menor influencia, pero en definitiva, ha sabido intervenir en el mapa sonoro actual. Al igual que Björk ha sabido afectar a la música alternativa actual, debemos entender que la música nórdica (Suecia, Dinamarca, Escocia, Finlandia e Islandia) tanto en rock, pop y heavy ha hecho reescribir las reglas del juego para lo que es la música de calidad hoy. Pero es que poca broma, si echamos la vista atrás podríamos hasta hacer memoria de ABBA y percatarnos que en las que consideramos las tierras glaciales, tienen un corazón musical que bombea más intensamente de lo que aparentemente se hace creer desde ciertos ámbitos de la música comercial anglo-estadounidense. Entonces muchos os preguntareis ¿que narices es este post-rock que tanto está afectando a la música actual? Pues podríamos considerarlo un género musical en ciernes que se fundamenta en los arreglos sinfónicos y ambientales de su música y en el que la importancia de las letras es muy variable.

jueves, 20 de agosto de 2015

Crítica clásica: Ommadawn de Mike Oldfield (1975)

Atención: Esta crítica es más breve debido a que es material rescatado de mi anterior blog. Igualmente considero que era recomendable rescatarla, ya que ha sabido mantener mis impresiones sobre el disco.

Pongámonos a principios de los 70, un momento especial para la música y grandes nombres inundaron esos años con hard rock, heavy, funky, pop... Aunque por algun lado había un grupo de cabezas pensantes que decidió jugar con sus recursos musicales, experimentar, hacer algo diferente, evolucionar sus conceptos y hacer de la música además de un arte (que lo es indiscutiblemente), un ecosistema que haga emerger sentimientos y nos sumerja en mundos paralelos y porqué no decirlo en la mente de los propios músicos. Uno de estos cabezas pensantes, fue un joven inglés bastante introvertido y misterioso llamado Mike Oldfield.

En sus precedentes más immediatos, Oldfield había creado dos discos de enorme calado como son Tubular Bells (1973) (¿recordais la música del Exorcista?) y Hergest Ridge (1974) que lo habían alzado como un músico muy prometedor en la escena del rock progressivo. Pero el seguía queriendo crear poniendo un espacio entre su obra y su fama, ya que como otros casos que conocemos, le gustaba crear música pero no el bochorno de las entrevistas o la farandula musical. Con esas ideas y con sus demonios interiores se fue a grabar en 1975 el que sería su nuevo trabajo, en su casa en la bonita llanura de Hergest Ridge.

Desde el primer momento se escucha una tocata de estilo medievalista, como de corte de palacio y según Oldfield es una música que salía de si mismo por las influencias de la música tradicional de su tierra. Pero fijaos como con los segundos de escucha, la melodía se oscurece y se vuelve tétrica. Mezcla la calma y la tormenta, es como uno de esos día donde se ven nubes de lluvia y brilla el Sol. Es una sensación rara ya que te atemoriza primero y luego es como si viniera una brisa que soplara al lado de la oreja y de pronto todo es placidez. Me gusta interpretar eso como los altos y los bajos que siente emocionalmente una persona.

Crítica: Run the Jewels de Run the Jewels (2013)

El hip hop parece vivir un momento muy dulce de su existencia en estos últimos 3 años. Músicos como Kendrick Lamar o el regreso (y a la vez supuesta despedida) de Dr. Dre tras mas de una década sin publicar nada son buenas muestras. A la vez el bando blanco del género está Injury Reserve, que destaca con su tono humorístico y salido del tópico o incluso podemos recordar e incluir la figura de Eminem. Y es que la realidad, es que yo no me puedo considerar un fan del hip hop, todo y el gran respeto que me merece. Por esa razón, cuando abrí las puertas a estudiar el último disco de Kendrick Lamar, pensé en que tenía que dar un poco más de forma a esta nueva oleada de rap que tantos frutos está dando y aprovechar para ganar un poco mas de experiencia. Presentemos un poco a Run the Jewels para ver que nos ofrecen...

Este duo de raperos formado por Killer Mike (rapero de carrera destacada durante la década pasada) y El-P (El Producto, rapero y productor que desde finales de los 90 ha participado en diversos discos solistas y en grupo de culto), se conocieron en 2011 y desde el momento en el que se pusieron a colaborar en los álbumes solistas mutuos; R.A.P. Music (2012, Killer Mike) y Cancer 4 Cure (2012, El-P), parece que hubo muy buena química. De ese éxito nacería el proyecto de esta banda que en 2013 presentaría su primer disco. Antes que nada debo destacar que en este duo hay participación de los dos artistas de manera muy activa, pero mientras Killer Mike parece que aporta su rico simbolismo a las letras, El-P se encarga mas de la parte de produccion. Aunque no nos equivoquemos, también hace sus aportaciones líricas y musicales a la obra.

Tal como he leído en otras críticas de este disco, la intención era quitarse el estrés de componer de manera seria y buscar formas alternativas de presentar su música, de escribir sus letras, de plantearse un disco. De este tipo de actitudes, muchas veces nacen los discos mejor elaborados, los más rompedores o los que a la postre acaban teniendo una mayor identidad. Por esa razón me atraía traeros este disco a los gustosos y alienados del hip hop, para entender lo que es un disco diferente sea del género que sea. Por cierto, el nombre de la banda y del disco en si (y sacado de un tema del rapero LL Cool J llamado Cheesy Rat Blues), es como un concepto del rapero que le roba a otro rapero, es decir, el simbolismo de como ellos se han robado el rap para dominar por encima de los otros raperos. Este tipo de detalles me gustan, demuestran que la cultura del hip hop tiene un lenguaje propio que se ha formado en las canciones y entre raperos.

domingo, 16 de agosto de 2015

Crítica clásica: Metropolis Pt.2: Scenes from a Memory de Dream Theater (1999)

Atención: Esta crítica es más breve debido a que es material rescatado de mi anterior blog. Igualmente considero que era recomendable rescatarla, ya que ha sabido mantener mis impresiones sobre el disco. 

El rock progresivo es un estilo que murió para volver a resucitar. No sé si alguna vez os lo habían contado, pero tras The Wall (1979) de Pink Floyd y su espectacular y ruinosa gira ,como último gran exponente de la primera era del género, este cayó en desgracia tras algunos años de debilidad. Acarreado por el punk, la música disco y los excesos de todo tipo, tanto musicales (pirotecnia, desgaste de la fórmula musical, derivaciones comerciales...) como legales (drogas, delitos...) a finales de los 70 el rock progresivo dio su canto de cisne y acabó su primera era. En los 80, revivió renovado, más comercial con sintetizadores, con letras enormemente sentidas, el llamado neo progresivo.

Los precedentes inmediatos

El gran exponente fue Marillion, una banda inglesa que gracias a su poético cantante, Fish reviviría el progresivo con una nueva esencia y sabor rememorando un poco el sonido de Genesis de los 70. Así viviría y perduraría la segunda era del progresivo a lo largo de los 80, con su disco estandarte, Misplaced Childhood (1985) y que se prolonga hasta el disco Seasons End (1989), último disco de Marillion con su esencia clásica, aunque con un nuevo cantante, Steve Hogarth. Finales de los 80, una época en la que se empezó a gestar realmente la tercera era del progresivo, una era en la que se fusionaría con el heavy metal, que estaba en plena consolidación técnica y que da su primer paso firme con Seventh Son of a Seventh Son de Iron Maiden en 1988. Su gran banda, la que explotaría hasta la cúspide este nuevo periodo con su sonido no sería otra que Dream Theater y hoy toca dar un vistazo a la obra cumbre de esta tercera era del progresivo...


Crítica: Defensores de Proyecto Zeus (2013)

Hay bandas que desgraciadamente se quedaron en su época a un paso de llegar a la fama merecida y poder seguir con su trabajo creativo. El destino, aun así, es arbitrario y caprichoso, haciendo que grandes grupos pinchen por factores externos a ellos, falta de fe de las discográficas, poca aceptación en su entorno... Un muñón de las dos que hace la falta de fondos para poder hacer realidad un sueño. Zeus es un ejemplo perfecto de este hecho, de una banda que con calidad suficiente para convertirse en un mito musical en nuestras tierras, la falta de fe en ellos les hizo bajar del escenario tras sacar un debut muy prometedor llamado V en 1987. Pero 26 años después vuelven con su segundo álbum de estudio tras el nombre Proyecto Zeus en respeto a los viejos integrantes que no se han unido.La insignia original de Zeus era la de un heavy metal épico muy clásico, muy de vieja escuela con una cabalgada que sonaba a una mezcla entre Iron Maiden y Running Wild y les daba una música envidiable en su tiempo. Con los años digamos que la cosa ha cambiado y han regenerado su sonido hacia un heavy más musculoso sin perder el ingrediente que les da la salsa original, el cantante, Félix Bustillo.
Lo bueno es que aunque sus guitarras se han vuelto más gruesas , eso no significa que hayan perdido un ápice de gracia compositiva, tal vez porqué el disco es un mix entre canciones que en sus días de gloria no fueron publicados y otros que siendo actuales demuestran que queda mucha inspiración viva en esta reencarnación. Empezando por el conjunto de La Ira y Defensores del Rockambiente y música de batalla para abrir a lo grande.Los agudos a lo largo y ancho del disco están muy presentes, alguna vez hasta la saturación pero en otras vertebra las canciones. Como en Listo para Luchar que parece una canción sacada del mismo averno del que Judas Priest hizo Defenders of the Faith y Painkiller, con unas escalas absolutamente enfermizas colocadas de por medio. Han sido muchos años para oxidarse como banda, pero ni de coña. Y es que para este tema debemos remontarnos a 1983 (tal vez) de cuando se recuperan sus primeras grabaciones en televisión y que gran potencia demostraban por entonces.
Zeus - Listo para Luchar (En Vivo, 1980's)

miércoles, 12 de agosto de 2015

Crítica clásica: Presence de Led Zeppelin (1976)

Hay discos que cuentan tras ellos historias realmente accidentadas sobre sus músicos, momentos de cansancio, de rendición ante los males de la vida, de crisis, de supervivencia y de reflexión. Hasta a la banda más grande de los años 70 y una de las más potentes de la música popular contemporánea le podía ocurrir. Led Zeppelin estaba formada por humanos y era una banda de músicos con sus preocupaciones y problemas y seguramente hacia 1976, estos empezaron a aflorar más de lo que jamás hubieran deseado. Un año antes, Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham eran 4 tipos talentosos y afortunados que estaban sacando nada menos que su sexto álbum de estudio en 6 años. Y poca broma, no estamos hablando de un disco cualquiera; estamos hablando de Physical Graffiti (1975), un disco doble que los alzaba hasta el mismísimo Olimpo del rock. Cualquiera con dos dedos de frente los hubiera tomado por unos titanes, por seres superiores sin tara ni pecado.

Las cosas se tuercen

Pero en agosto de 1975, Plant sufrió un accidente de coche y tubo que permanecer en reposo durante una temporada. Ante esta situación Jimmy Page decidió que era un buen momento para grabar un nuevo disco, ya que como la gira se tenía que anular, al menos iban a sacar provecho de los meses de recuperación del virtuoso cantante. Entre la Isla de Jersey y Malibú, postrado en su silla de ruedas, Robert Plant iría preparando la letra de las nuevas canciones y a los pocos días Page y él darían forma a sus ideas con la mera voz y la guitarra. Con los conceptos listos, los dos marcharían al Hollywood SIR Studio para mostrar sus creaciones a John Paul Jones y a John Bonham, donde realizarían los ensayos pertinentes y se prepararían para ir a grabar a Munich las versiones definitivas. Este proceso sólo les llevó 18 días, cosa que sorprendió mucho a los que tomarían el relevo en esos estudios, The Rolling Stones. Los Glimmer Twins quedaron petrificados al darse cuenta que mientras en la elaboración de Presence sólo necesitaron unos meses para componer y días de grabar, ellos llevaban casi dos años para sacar su Black and Blue (1976).

Aunque las sesiones eran ágiles y no se andaban con chiquitas, Plant tenía dificultades de movilidad y tenía que ir arriba y abajo de los estudios en silla de ruedas. Para más inri el estudio estaba en el sótano de un hotel viejo y el cantante sufría de claustrofobia. Por otro lado, la velocidad con la que se registró todo, en gran parte fue debida a las jornadas de 18 o 20 horas que Jimmy Page se tiraba grabando sus pistas y overdubs de guitarra. Una labor titánica y más si nos planteamos las canciones que hay en el disco. Como bien fueron contando con los años, Presence fue el resultado de los nervios del momento, del trabajo en equipo de sus dos líderes y por último, del liderazgo en el estudio del guitarrista. Para ellos, el disco mostraba tensión e ilusión por partes iguales debido a todas las dificultades que arrastraba su preparación. Entonces ¿como es que a día de hoy es uno de sus discos más puestos en duda?

martes, 11 de agosto de 2015

Crítica clásica: A Day at the Races de Queen (1976)

Me gustan esas ocasiones en las que tengo en mi mano reivindicar un disco maltratado por la crítica. Eso se debe a que muchas veces la incomprensión o los prejuicios han empujado a una obra a que fuera tachada o tratada como un "algo más" o una pieza inferior. Y tengo claro que tras el éxito que tubo Queen con A Night at the Opera en 1975, una gran parte de la crítica se les quiso poner en su contra incluso cuando demostraron que eran unos músicos de calidad. Por eso, cuando llevo años y años leyendo críticos que despotrican el disco que hoy veremos y en cambio fans enamorados de su contenido pienso ¿porqué estoy tardando tanto en decir la mía? Al menos así, desde este portal de internet tendréis una valoración más que leer y una opinión diferente para contrastar con vuestros gustos.

Un poco de contexto

Primero nos tenemos que situar en el contexto de 1976, momento en el que el punk ya empezaba a vislumbrarse como un movimiento del rock con mucho calado social. Era una década de crisis y este estilo de música reflejaba el espíritu de una nueva generación cansada del viejo orden mundial. Por aquellos años, Queen representaba justamente lo contrario, ya que tenían un sonido sofisticado y operístico, con mucho hard rock y elementos progresivos. Por lo tanto muchos de los defensores de el nuevo sonido más desaliñado y menos técnico, veían a la banda de Londres como una buena diana donde tirar sus dardos. En 1975 las cosas habían ido genial para la banda liderada por Freddie Mercury, ya que con su anterior disco y sobretodo con el tema Bohemian Rhapsody, habían logrado innovar usando fórmulas clásicas del rock, la ópera y toques de jazz. Por lo tanto, con su nuevo disco buscaban hacer una secuela de ese disco y ese sonido tan característico.

El proceso de grabación se alargó durante el verano y otoño de 1976, publicando su obra a las acaballas de ese mismo año. Entre otros rasgos curiosos, ya no estaba en los mandos el productor Roy Thomas Baker, siendo un disco producido por ellos mismos. Todo daba a indicar que habían aprendido bien las técnicas para obtener su sonido especial en estudio y hacer complejos arreglos en capas y capas de instrumentos y pistas vocales. Con todo grabado, decidieron darle un toque de continuidad al título del disco respecto al anterior, tomando el nombre de una película de los hermanos Marx. Lo que no sabían es que publicaciones inglesas como NME (muy defensora del punk) se la jugaría a Mercury, haciéndole una entrevista en la que se le presentaría como un pretencioso y acomodado cantante. Y es que el cantante estaba en aquel momento muy centrado en la música de ballet y tomaría una actitud furiosa y chulesca contra la crítica.

lunes, 10 de agosto de 2015

Crítica: Ygg Huur de Krallice (2015)

Voy a ser sincero, soy de esas personas adaptadas al black metal de la primera época, es decir, a mi me molan cosas estilo Venom o Mercyful Fate. Claro con esa premisa, al escuchar como han evolucionado las cosas, hoy escucho discos de black y se me hacen parecidos a los de death metal con tanto blast beat i tanta velocidad; y que se entienda, no me desagrada para nada pero para cada estilo busco su receta y tener que adaptarme a lo nuevo me ha costado años. Pero bueno aquí estoy después de 8 años escuchando heavy metal sin parar saboreando un nuevo disco que engrosa el mundillo que tanto adoro y que me ha traído grandes momentos y recuerdos, por esa razón, comparto hoy con vosotros las impresiones de un disco recién salido que tiene muchas ganas de dar batalla. Pero a la vez, cada vez que escucho un disco de metal con esmero tiendo a reflexionar sobre el estatus del género y su situación en la actualidad, así que no os extrañéis de mis explicaciones filosóficas que hoy expondré, son valoraciones de alguien que siente y vive la música del momento.

Y es que desde hace años el metal creo que ha tomado tres corrientes muy a pecho; o lo retro o el extremismo o lo alternativo/industrial. Con eso quiero decir que como actitud de defensa ante tanta música comercial que podría hacernos morir de diabetes, el heavy se ha puesto una coraza muy dura, para impedir a toda costa que nadie pueda ensuciar su nombre. Ya desde que en los años 90 llegaran ciertas bandas de metal extremo (que es la vertiente que hoy veremos) cosas como Mercyful Fate o Venom molan, pero en absoluto son la tendencia, ya que son una maravillosa reliquia del pasado con derecho a sacar alguna buena canción. En la época de la batalla del sonido (a ver quien hace el disco más sobresaturado de graves y con un acople excesivo de las pistas), ríase usted de aquellos discos que tenían un sonido más suave pero de producción impecable y instrumentos discernibles. O petas el puto altavoz o no sirve. Por lo tanto, el ego esta quemando aquel espíritu tan bonito que tenían discos como Melissa (1983) de Mercyful Fate, Images and Words (1992) de Dream Theater o Houses of the Holy (1973) de Led Zeppelin.

Eso si, como siempre (y bendita sea la gloria de las excepciones) tiene que haber una banda como Krallice, que es potente y esmerada en hacer un disco bien retorcido y a la vez bien producido. Esta banda venida de Nueva York es una muestra de la mezcla entre este metal extremo, la experimentación que viene desde los años 90 y la receta progresiva con muchas reminiscencias a los canadienses Voivod. Esta banda ha sido de las que siempre se ha despachado discos de más de una hora de los que se cepillan al oyente como quieren, aún así, para esta ocasión se han controlado muchísimo y no han excedido demasiado la media hora. La gran cuestión es si en esta ocasión la banda ha vuelto a generar una auténtica tormenta sonora como en sus anteriores discos y si aportan algo nuevo al estilo o al menos me hacen sentir algo genial, mágico que haga que vaya a por esta nueva entrega.

domingo, 9 de agosto de 2015

Crítica clásica: Saturday Night Fever: The Original Movie Sound Track (1977)

Hay discos que saben sintetizar el espíritu de una época a través de sus canciones. Sus ritmos, melodías, letras y actitud se entrelazan indudablemente con lo que ocurría en ese momento en las pistas de baile. Pero si encima hablamos de la banda sonora de uno de los clásicos del cine de finales de los 70 con un John Travolta que iba a despegar en fama hasta las estrellas y luego iba a hacer una desaparición aún más estelar si cabe. A finales de esa década la música estaba en un punto de clímax con lo que se refiere a música bailable y se establecieron muchos patrones en lo que es la música disco sobre los que reflexionarían y evolucionarían artistas tales como Michael Jackson, Prince, Madonna, Tina Turner o Imagination por poner algunos nombres de nivel.

Y es que en lo que dicta el corazón del tío que escribe estas líneas, todo lo que se hizo entre 1975 y 1985 en lo que música popular se refiere, es irrepetible. Pensar en aquellos tiempos como una década dorada de las pistas de baile es inevitable y una de las grandes piedras de ese movimiento fue el disco que hoy vamos a analizar. Es una banda sonora ¿y que? Esta banda sonora no fue concebida como muchas de las que se ven hoy; este disco vale como cualquier producción de estudio nuevo. Aquí no hay nada de recopilaciones de canciones ya muy machacadas (bueno al menos por aquel entonces), sino canciones creadas ex profeso para el disco y alguna canción de las mismas bandas de algún disco reciente. Todo un pack que servía para ambientar unas discotecas a rebosar. Un disco para un film destinado a ser emulado en toda buena sala de baile de barrio de aquel tiempo.

Además y como veremos, esta banda sonora acababa siendo un compendio de algunas de las más grandes bandas de disco y funk de los años 70 y parte de los 80, es decir, que estamos casi en una recopilación, pero de material nuevo, es como coger a los mejores equipos del mundo y los pones a jugar una Champions League. Entonces todas las premisas nos llevan a un compendio musical destinado a alcanzar las estrellas. Pero como es debido, antes tenemos que presentar su material y formular una valoración sobre él. Para entender la historia tenemos que situar a los Bee Gees en Francia grabando nuevo material para un film que está en proyecto y a petición de su mánager Robert Stigwood. De ese periodo gravando en el país galo (para eludir tasas) salieron 4 canciones que se situaron al principio del disco. Y es que lo que está claro es que la banda anglo-australiana era la protagonista del disco y la que ofrecería mayores hits.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Crítica: Currents de Tame Impala (2015)

Imaginemos una continuación natural para mucha música del pasado; como revival y como una evolución lógica y que muy poco a poco ha añadido innovaciones sin que perdamos las ideas originales que tenía esa música. Si hacemos ese ejercicio un tanto laborioso podríamos obtener como resultado a Tame Impala. Esta banda formada por el australiano Kevin Parker hacia el año 2007, tenía una base en la que él en solitario iba creando poco a poco y de manera perfeccionista su música. Hablamos de un chico que se lo guisa y se lo come a la hora de crear con todos los instrumentos y que luego se vale de sus compañeros de banda para las actuaciones en vivo. Aunque tal vez ahora en el estudio se vale más de dos de sus compañeros creativos más cercanos, Jay Watson (teclados, guitarra) y Dominic Simper (percusión y guitarra).

Si hacemos un poco de repaso a su catalogo discográfico veremos que desde su EP de presentación homónimo, esta banda ha trabajado en el terreno de la psicodelia. Pero todo el reconocimiento llegó a través de su primer disco oficial de estudio, Innerspeaker (2010), que resultaba ser una evolución del sonido beatleliano de la segunda mitad de los años 60. Un disco realmente trabajado que recibió la aclamación de la crítica y una nominación a los Grammy. En 2012, volvieron de nuevo con Lonerism que era una fusión entre lo visto en la música de The Beatles, con un tanto de fusión con la primera época de Pink Floyd y algunos toques de hard rock. Personalmente, su estilo me parece muy satisfactorio y aunque vocalmente Kevin Parker me recuerda horrores a John Lennon, no hay otra por mi parte que rendirme a lo que estos dos discos ofrecieron en su momento.

Pero después de 3 años de arduo trabajo de perfección musical, Tame Impala vuelve con un nuevo disco que quiere evolucionar su estilo. Tengo claro que en esto del arte hay siempre tres posturas: el continuista, el rupturista o evolucionista y el que hace revival del pasado. Yo tengo claro que se puede tomar cualquiera de las tres vertientes y sacar música de calidad si es que esta tiene personalidad y aunque hasta ahora esta banda ha hecho creaciones de notable consideración, creo que escuchando los dos discos anteriores, ya es hora de sacar su parte más personal, sea tomando la postura que sea, pero diferenciándose. Currents es el disco que servirá para determinar que podemos esperar de esta banda, el que nos puede dejar con ganas de más o pensar en esta banda como un capricho actual de recuperar sonidos del pasado sin más. Veamos si resulta fructífera la espera...

lunes, 3 de agosto de 2015

Crítica clásica: Van Halen de Van Halen (1978)

A finales de los años 70 fue un momento crucial para el hard rock internacional. Durante toda la década, el sonido inglés había dominado el panorama internacional con bandas como Deep Purple, Led Zeppelin o Rainbow. Bandas como AC/DC o Scorpions ya coleaban con algunos discos de calidad destacable y sus carreras musicales eran ciertamente prometedoras, pero algo cambió el juego. A mediados de los 70 KISS, trajo unas formas de hard rock más gamberras y callejeras. Pero quedaba la gran traca para el final de la década y esa se iba a llamar Van Halen. Este grupo, formado por dos hermanos de origen holandés que de bien pequeños habían llegado con sus padres a Estados Unidos.

La banda empezó a principios de los 70 con Eddie Van Halen en la guitarra y cantando y Alex Van Halen tras los parches. Pero ante tanta banda molona en su época de instituto, necesitaban a integrantes con presencia y talento. Después de varios rodeos, su solución apareció en forma del talentoso bajista Michael Anthony y del esperpéntico y a la vez showman nato David Lee Roth. Durante los primeros 4 años con esta formación se tuvieron que buscar las perras ellos solos y fueron ascendiendo poco a poco en fama hasta llegar a ojos y orejas de Gene Simmons, bajista de KISS, que tras escucharlos les apadrinaría para que llegaran a publicar el disco que hoy veremos. Ted Templeman se puso ante los mandos para producir el disco y el resultado a día de hoy sigue siendo soberbio y una buena muestra de lo que le depararía al hard rock en los siguientes años.

Y es que esta es la realidad, este disco estaba preparado para ser un vanguardista en su mundillo y a fusionar con sutileza y gusto hard y heavy metal. Esa además no es una declaración debilucha y más contando los contendientes hardrockeros que rodearon a este disco. Empecemos por KISS, que por aquel momento estaba consiguiendo un gran éxito en Estados Unidos a través de su hard rock de letras atrevidas, un tanto sexuales y sonido accesible, aunque rebelde. Por otro lado, Rainbow en Inglaterra era la imagen del estilo llevado como algo épico, gracias a la contribución de Ronnie James Dio y su ideario de fantasia tras las canciones que componía Ritchie Blackmore. ¿Más? Claro, Whitesnake empezaría ese año 78 su carrera con su gran frontman David Coverdale. Su sonido era romántico-cañero, como una versión de KISS, pero sin el look de diablos-manga que siempre he visto a la banda de Gene Simmons.

La banda más grande del planeta, Led Zeppelin estaba también con valores a la baja en lo que compositivamente se refiere (aunque nunca bajaran de un nivel notable) con Presence (1976) y aunque remontarían el vuelo de la originalidad con In Through the Out Door (1979) y harían un cierre oficial bastante innovador (Coda no lo contéis ni con dos copitas de más) su carrera se vería truncada por la muerte de John Bonham. O sea que amigos, haciendo de vidente, la cosa no tendría mucho futuro más allá de lo que hemos visto para estos. Y es que estos caían, bandas como Thin Lizzy, AC/DC o Blue Öyster Cult, se iban haciendo un sitio para el que sería en breve el nuevo rock duro de los 80 y marcarían bastante a fuego su rastro en el margen de 1977-1979.

Algunos diréis:¡¡ehh, te dejas una banda!! Bueno, me dejo varias, pero si vamos al grano la que muchos estaréis pensando es Aerosmith. Pero ¡ah! en este momento la banda de Steven Tyler estaba en un momento de decrecimiento. Os puedo asegurar sin dudar ni una mota que su disco Draw the Line (1977) es estupendo y que su siguiente disco Night in the Ruts (1979) también iba a ser bueno, lo que ocurre es que el segundo que os he nombrado palidecía ante sus grandes obras de pocos años antes. Este hard rock que hacían influenciado por el funk y parejo a ciertas cosas de Led Zeppelin, iba a ser pisado por los tíos que hoy veremos. Esta banda, liderada por Eddie Van Halen demostraría que experimentación, potencia y melodías pegajosas y divertidas podían ir cogidas de la mano.