lunes, 10 de agosto de 2015

Crítica: Ygg Huur de Krallice (2015)

Voy a ser sincero, soy de esas personas adaptadas al black metal de la primera época, es decir, a mi me molan cosas estilo Venom o Mercyful Fate. Claro con esa premisa, al escuchar como han evolucionado las cosas, hoy escucho discos de black y se me hacen parecidos a los de death metal con tanto blast beat i tanta velocidad; y que se entienda, no me desagrada para nada pero para cada estilo busco su receta y tener que adaptarme a lo nuevo me ha costado años. Pero bueno aquí estoy después de 8 años escuchando heavy metal sin parar saboreando un nuevo disco que engrosa el mundillo que tanto adoro y que me ha traído grandes momentos y recuerdos, por esa razón, comparto hoy con vosotros las impresiones de un disco recién salido que tiene muchas ganas de dar batalla. Pero a la vez, cada vez que escucho un disco de metal con esmero tiendo a reflexionar sobre el estatus del género y su situación en la actualidad, así que no os extrañéis de mis explicaciones filosóficas que hoy expondré, son valoraciones de alguien que siente y vive la música del momento.

Y es que desde hace años el metal creo que ha tomado tres corrientes muy a pecho; o lo retro o el extremismo o lo alternativo/industrial. Con eso quiero decir que como actitud de defensa ante tanta música comercial que podría hacernos morir de diabetes, el heavy se ha puesto una coraza muy dura, para impedir a toda costa que nadie pueda ensuciar su nombre. Ya desde que en los años 90 llegaran ciertas bandas de metal extremo (que es la vertiente que hoy veremos) cosas como Mercyful Fate o Venom molan, pero en absoluto son la tendencia, ya que son una maravillosa reliquia del pasado con derecho a sacar alguna buena canción. En la época de la batalla del sonido (a ver quien hace el disco más sobresaturado de graves y con un acople excesivo de las pistas), ríase usted de aquellos discos que tenían un sonido más suave pero de producción impecable y instrumentos discernibles. O petas el puto altavoz o no sirve. Por lo tanto, el ego esta quemando aquel espíritu tan bonito que tenían discos como Melissa (1983) de Mercyful Fate, Images and Words (1992) de Dream Theater o Houses of the Holy (1973) de Led Zeppelin.

Eso si, como siempre (y bendita sea la gloria de las excepciones) tiene que haber una banda como Krallice, que es potente y esmerada en hacer un disco bien retorcido y a la vez bien producido. Esta banda venida de Nueva York es una muestra de la mezcla entre este metal extremo, la experimentación que viene desde los años 90 y la receta progresiva con muchas reminiscencias a los canadienses Voivod. Esta banda ha sido de las que siempre se ha despachado discos de más de una hora de los que se cepillan al oyente como quieren, aún así, para esta ocasión se han controlado muchísimo y no han excedido demasiado la media hora. La gran cuestión es si en esta ocasión la banda ha vuelto a generar una auténtica tormenta sonora como en sus anteriores discos y si aportan algo nuevo al estilo o al menos me hacen sentir algo genial, mágico que haga que vaya a por esta nueva entrega.

A mi me gustan mucho los riffs maléficos que proporciona un género como el black metal, ya que tienen una alma totalmente diferente a lo que te puede proporcionar Judas Priest. Si prestamos atención a Idols, se entiende perfectamente el concepto. Haz una melodía que evoque a un ritual satánico o a una invocación de un dios violento e inmisericorde. Tal vez esta canción no es la mayor expresión de riff maléfico, pero contiene mala ostia y una percusión y parte vocal suficientemente siniestros para que sea de mi gusto. Aunque para entrar en la auténtica materia gruesa del disco, nos tenemos que dirigir ya a la segunda canción, Wastes of Ocean. Lo más espectacular de esta pieza es que es totalmente visceral y llena de transiciones progresivas muy rápidas. Las melodías que genera dentro de su duración son increíbles, creando una especie de corriente melódico y dramático, que no os engañaré, hasta me llena más que Voivod.

Giacinto Scelsi (1905-1988)
Me parece alucinante lo que sale de las guitarras del binomio formado por Mick Barr y Colin Marston. Esa furia rimbombante que mezcla graves y agudos y harmonizada por un bajo que se deja escuchar entre tanta batalla me deja alucinado. Teorizando su estilo de música, podríamos valorarlo como un black metal progresivo más caótico y salvaje, una música que suelta sus ataduras del orden y la belleza; pensando más en la densidad, la rapidez y el ambiente cargado. Su sonido no es tremendamente innovador, pero me gusta y se me hace fresco. Por otro lado quería hacer una reflexión sobre el nombre del disco, ya que Ygghur es el nombre de una composición creada por Giacinto Scelsi. Esta pieza dividida en tres partes era una muestra perfecta de como la música clásica experimentaba con la sonoridad en el siglo XX, siendo un ejercicio de tensión y dramatismo con instrumentos de cuerda.

Krallice - Wastes of Ocean (2015)


En eso el disco me parece extraordinario, ya que sabe alimentar la tensión que podíamos ver en la obra de Scelsi, pero a través de un estilo muy duro y lleno de notas que no buscan el equilibrio o el placer, sino esa palpitante sensación de bombardeo, de conflicto y de apocalipsis. La sensación se vuelve más intensa en Over Spirit, que suena como una ametralladora desde el primer momento y se mezcla con algún momento de transición progresiva. Las guitarras sollozan y disparan notas a enormes velocidad, haciendo que a momentos más que una melodía determinada, aparezca un efecto agrio de notas agudas. Otro tema realmente abrasivo que me hace apasionarme por lo desorbitada que suena esta banda, pero como a la vez lo sabe conjugar con un sonido épico y abrumador. En el tramo final la composición se torna más siniestra con unos punteos rápidos, agudos, melódicos y muy engrosados por la batería de Lev Weinstein.

Tyranny of Thought es otra gran y espectacular composición de la que se extrae a cuchillo por su increíble intensidad. Y es que se debe advertir al oyente, un disco de este estilo esta hecho para amantes muy profundos de un estilo saturado de potencia, pero no en la grabación (cosa que criticaba al inicio de esta crítica) sino en la composición. Aquí el grosor musical no es un medio a lograr a través de los aparatos de grabación, al contrario, aquí todo se logra a través de un ejercicio muy pensado por la banda. Bitter Meditation va a las mismas, un descalabro de notas atonales adornan acordes feroces que acompañados por un bajo muy árido (de sonido vibrante y grueso) y una batería tan asilvestrada, acaba resultando terapéutico para desatar la ira a través de la música. Está claro, tu pones un disco de Krallice y no vas a encontrar grandes diferencias melódicas, la intención parece estar más en crear torrentes sonoros con un poder casi asesino.

Krallice - Bitter Meditation (2015)


Llegamos al último tema del disco con Engram, que no se aparta un ápice de todo lo visto hasta el momento. Pero en este tema el bajo toma un protagonismo mayor y las guitarras juegan con riffs más abstractos, cosa que hace que el tema desubique un poco más que los anteriores. El disco en si es tan sólido y compacto que este tema engrosa su sonido y me parece genial, pero si lo valoro como piezas individuales, esta canción me parece muy buena, pero de las que menos me llaman del conjunto del disco. Y es que entre tanta tormenta sonora se pueden distinguir muchas cosas y sobretodo ratos de melodía y cambio. Probablemente lo único que le afecta es el hecho de que el núcleo central del disco sea tan compacto compositivamente. Por esa razón, este pequeño punto de cambio (porque no nos engañemos, para notar cambios entre canciones en un disco así, hace falta pararse un poco) le puede sentar hasta bien. 

Krallice - Ygg Huur (En vivo en The Acheron, 2015)


En definitiva, que Ygg Huur creo que lo puedo considerar uno de los grandes discos de metal del 2015 y probablemente de los discos de metal extremo actual que con más convicción me hacen creer en él. Eso se debe a una cierta épica que emana de la locura, de un ambiente cargado y matador en el que riffs contundentes y transiciones progresivas son el pan del que se alimenta. Nada de solos, nada de partes vocales hermosas, nada de armonías que faciliten su digestión; sólo música a piñón, con mucha furia y con mensajes apocalípticos y en cierta medida políticos. Comparado con discos anteriores resulta increíble como han resumido ideas para crear un disco que no quiere bajar el pistón en ningún momento, ya no llegamos a temas de 12 minutos ya que por decirlo de alguna forma y muy entre kilometros de comillas, este sería el Moving Pictures (disco de Rush, 1981 que destaca por su prog accesible y lleno de temazos) de Krallice. Sintético pero satisfactorio.

Nota: 8,65

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