martes, 11 de agosto de 2015

Crítica clásica: A Day at the Races de Queen (1976)

Me gustan esas ocasiones en las que tengo en mi mano reivindicar un disco maltratado por la crítica. Eso se debe a que muchas veces la incomprensión o los prejuicios han empujado a una obra a que fuera tachada o tratada como un "algo más" o una pieza inferior. Y tengo claro que tras el éxito que tubo Queen con A Night at the Opera en 1975, una gran parte de la crítica se les quiso poner en su contra incluso cuando demostraron que eran unos músicos de calidad. Por eso, cuando llevo años y años leyendo críticos que despotrican el disco que hoy veremos y en cambio fans enamorados de su contenido pienso ¿porqué estoy tardando tanto en decir la mía? Al menos así, desde este portal de internet tendréis una valoración más que leer y una opinión diferente para contrastar con vuestros gustos.

Un poco de contexto

Primero nos tenemos que situar en el contexto de 1976, momento en el que el punk ya empezaba a vislumbrarse como un movimiento del rock con mucho calado social. Era una década de crisis y este estilo de música reflejaba el espíritu de una nueva generación cansada del viejo orden mundial. Por aquellos años, Queen representaba justamente lo contrario, ya que tenían un sonido sofisticado y operístico, con mucho hard rock y elementos progresivos. Por lo tanto muchos de los defensores de el nuevo sonido más desaliñado y menos técnico, veían a la banda de Londres como una buena diana donde tirar sus dardos. En 1975 las cosas habían ido genial para la banda liderada por Freddie Mercury, ya que con su anterior disco y sobretodo con el tema Bohemian Rhapsody, habían logrado innovar usando fórmulas clásicas del rock, la ópera y toques de jazz. Por lo tanto, con su nuevo disco buscaban hacer una secuela de ese disco y ese sonido tan característico.

El proceso de grabación se alargó durante el verano y otoño de 1976, publicando su obra a las acaballas de ese mismo año. Entre otros rasgos curiosos, ya no estaba en los mandos el productor Roy Thomas Baker, siendo un disco producido por ellos mismos. Todo daba a indicar que habían aprendido bien las técnicas para obtener su sonido especial en estudio y hacer complejos arreglos en capas y capas de instrumentos y pistas vocales. Con todo grabado, decidieron darle un toque de continuidad al título del disco respecto al anterior, tomando el nombre de una película de los hermanos Marx. Lo que no sabían es que publicaciones inglesas como NME (muy defensora del punk) se la jugaría a Mercury, haciéndole una entrevista en la que se le presentaría como un pretencioso y acomodado cantante. Y es que el cantante estaba en aquel momento muy centrado en la música de ballet y tomaría una actitud furiosa y chulesca contra la crítica.

Para promocionar el disco, cerca de un mes antes de su salida publicaron la canción Somebody to Love, con la que pretendían buscar un éxito similar a Bohemian Rhapsody. Y no me queda otra que arrodillarme ante la maestría de esta canción, empezando desde su piano conductor que nos introduce a sonidos elegantes, dulces y muy clásicos. La pasión con la que afina Mercury a lo largo de la canción demuestra porqué tal vez ha sido el cantante más grande de la música popular que ha existido. Hablando de estilo tenemos que destacar que se ha pasado del estilo operístico al gospel, creando un tema con drama y con una paleta enorme de color a nivel vocal (inciso a los coros hechos por Roger Taylor), como es cualquier tema destacable de Queen (y no son pocos). Brian May solo da pequeños espadazos con su guitarra hasta que salta con su solo, mas emocional que técnico. Y si paramos la oreja, hasta John Deacon se luce con un bajo muy melódico.

Para el tiempo que tubo éxito el single, ya se había publicado el disco y como no, iremos a por su primera canción. Tie Your Mother Down, es un tema nacido mientras Brian May estaba en Tenerife acabando su doctorado en astronomía. Un día de cachondeo May la cantaría con este título ante Freddie Mercury como algo provisional y con una guitarra española. Ante eso, Mercury animó a May a que mantuviera el título ya que le sonaba guay. El tema abría con un golpe de gong y un riff muy marcial, con ese sonido potente de guitarra característico de Queen. Una progresión de sonido nos lleva al riff más reconocible de la canción. Esta canción remite mucho al excelente Sheer Heart Attack (1974) con su sonido más puramente hard rockero. Vocalmente es virtuosa y desafiante, no busca tanto el coro como la actitud.

Sobre este tema, Freddie Mercury dijo que May tal vez estaba intentando copiar las sensaciones de Death on Two Legs de su anterior disco. Pero debo negarme en ese sentido, ya que de alguna forma siento que los estilos son un tanto diferentes entre ambas, sobretodo en el enfoque. En You Take My Breathe Away se potencia muchísimo el papel de los coros, con una entrada espectacular. El tono romántico pero trágico que toma el piano es reforzado por esas frases tan bien entonadas vocalmente. Tiene un poco ese aroma de canción dramática que suena en medio de una opera, cuando el protagonista es traicionado por su amada. La guitarra de May entra apesadumbrada y luego se añaden más pistas que le dan un tono solemne. Por todos los lados se percibe la delicadez con la que se ha tratado esta canción y haciendo referencia al título, realmente siento que el tema respira, vive, siente y padece. El efecto vocal del final es muy peculiar y le añade más encanto a un tema ya fantástico.


Long Away, con una guitarra más elegante nos trae una faceta más tranquila dentro de el disco. No pierde ese aroma neoclásico que desprende la música de Queen pero de una manera más sencilla. El solo de guitarra de Brian May (su compositor) me parece muy hermoso y aunque no pretende nada estratosférico, la canción cumple muy bien con su función de balada tristona. The Millionare Waltz, tiene una parte de bajo llevada por John Deacon muy interesante y la introduciría como una canción ligera por el estilo de Seaside Rendevouz (del disco anterior de Queen) pero con un tono más oscuro. Su transición al hard rock a mitad de la canción es alucinante y luego transición a un estilo clásico. Una canción realmente ambiciosa dedicada a John Reid, el que era en ese momento su manager y de Elton John. Podríamos decir que con las cuentas saneadas después de A Night at the Opera (1975), la banda podía permitirse más ambición instrumental en el estudio.

Y por fin podemos ver una nueva composición de John Deacon, que además de buen bajista, resultaba ser un notable compositor. You and I, es de esas canciones de subir el ánimo del oyente y cautivarlo para cuando gire el LP y siga con la aventura del disco. Muy aventurera con la guitarra, acaba siendo un hard rock positivista. Al girar el disco y después de Somebody, tenemos White Man con ciertos puntos de blues y country. Este tema de nuevo me hace pensar en Sheer Heart Attack, pero también en los pasos que darían en los siguientes discos, enfocándose en una fórmula más rockera y menos compleja. Me gusta mucho la contundencia que tiene el tema y por su parte vocal me hace pensar en discos posteriores como British Steel (1980) de Judas Priest, ya que por momentos se acerca casi peligrosamente al heavy metal. La percusión de Roger Taylor contundente y el guitarreo excelso de Brian May me hacen agitar la cabeza con pasión.

Otro de los clásicos indiscutibles del disco es Good Old-Fashioned Lover Boy, con un sonido claramente marcado por el sonido del disco precursor. Su sonido a divertido jingle operístico siempre la ha convertido en una de mis favoritas de estos ingleses. Tiene su punto de musical intercalado y el solo de guitarra me parece de muy, muy buen gusto (dulce como un jugoso melocotón). Drowse por otro lado me hace pensar en la música folk. Es la canción que menos me gusta del conjunto, pero la han sabido colocar bien y adaptarla para que no desencaje en exceso.La realidad es que el tema es notable pero pegaría más en un disco en solitario de Roger Taylor. Finalmente nos topamos con Teo Torriatte (Let Us Cling Together) que es el tema más extenso del disco. Es una balada de ritmo muy acompasado compuesta por Brian May, como un homenaje a los fans japoneses. La curiosidad es que esconde un par de versos cantados en japonés.


Entonces ¿es un buen disco?...

En un año en el que el los Ramones sacaban su disco debut y otras bandas readaptaban su sonido o experimentaban, como Peter Gabriel o David Bowie; Queen era una de las máximas muestras de pretensión de la vieja escuela. Eso no hace para nada el disco malo, sino que lo hace absolutamente frontal contra la nueva corriente musical. Tengo claro que de cara al siguiente disco Queen cambiaría la fórmula para acercarse más al público y hacer sencilla y accesible su música, pero por ese momento ese era el pan que se vendía. Unas composiciones muy refinadas y a ratos superando a su predecesor demuestran que la banda seguía en forma. Sólo un par o tres de canciones se me quedan un poco de pega dentro del disco, aún así, nada que me haga cambiar mi opinión sobre el clásico que tenemos hoy bajo la lupa. Un disco incomprendido por la crítica.

Nota: 8,6

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