martes, 16 de febrero de 2016

Crítica clásica: Rebel Yell de Billy Idol (1983)

Hoy volvemos a la gloriosa década de los 80 con uno de sus músicos más icónicos del momento. Billy Idol (William Michael Broad) del cual podemos decir que su nombre era toda una seña de sus intenciones, marcó claramente la década con un tipo de música que fusionaba el hard rock, el punk y la comercialidad con su increible garra vocal. A la vez su destino estaba ligado a encontrarse con el gran guitarrista Steve Stevens, el cual ayudaría a perfilar el carácter que representaba no sólo Billy Idol como solista, sino como banda. Mucha gente con los años ha tomado a este artista como un mero hijo de la era y el boom de la MTV, pero tal vez merece su obra un poco de pausa para que la gente reconecte con él. Para eso, también es necesario entender que Billy Idol no viene de la nada para de golpe y porrazo ser una figura famosa.

Una versión más primitiva del sonido que Idol nos ofrecería en los 80 se encontraba en su anterior banda, Generation X. En ella la esencia punk era mucho más visible y ya se podía percibir el carácter vocal del cantante. Por eso, si queremos ver el origen de lo que tenemos hoy bajo la lupa tenemos que fijarnos en esa banda y sobretodo en el disco Kiss Me Deadly (1981), que indudablemente fue la transición hacia su carrera en solitario con su éxito Dancing with Myself. Entonces, dio inició ya la carrera en solitario del cantante y compositor; que entró con bastante fuerza con Billy Idol (1982). En este disco ya empezaba su colaboración con Steve Stevens, guitarrista que rescató el lado punk de Idol y lo fusionó con el hard rock y un toque de virtuosismo que daba como resultado canciones con un gran empaque como White Wedding (Part I) o Hot in the City.

Para el año siguiente el cantante inglés ya se preparaba otra bala en la recamara para suceder (o reforzar) su muy notable debut en solitario. Como su unión a Stevens había resultado tan fructífera y las ideas que había traído consigo a nivel de arreglos de teclado adoptaban de un gran color las piezas más desaliñadas e icónicas de Idol, no pudieron esperar a ver como seguía el experimento. Al tiempo de grabación y composición, como Idol ya había logrado una cierta fama, asistió a una fiesta con los Rolling Stones donde inesperadamente le surgió el nombre de su próximo disco ante los morros. La mayoría de invitados tomaban de un whiskey llamado Rebel Yell, cosa que a Idol le pareció un título bastante pegadizo para el que iba a ser su nuevo trabajo. Por lo tanto, nos tenemos que situar entre finales de 1982 y mediados de 1983, cuando el disco iría tomando forma.

Pero la grabación no estuvo exenta de incidentes y debido al intento de control creativo de la discográfica Chrysalis (algo así como que la discográfica les decía que debían componer y que no), Idol robó unas pistas maestras (cintas donde se grababan los instrumentos y voz por separado) para amenazar a los directivos. Idol consiguió su proposito, eso si, con la revelación por parte de su productor Keith Forsey de que sin darse cuenta se había llevado las pistas erróneas. Afortunadamente, todo ese jaleo sirvió para que el disco nos llegara tal como hoy lo conocemos; y evidentemente el primer y orgulloso single que surgió del disco pues no podía ser otro que Rebel Yell. Esta canción ya empieza con una gran innovación técnica a través de la guitarra, que gracias a un soberbio punteo de Steve Stevens, dobla el teclado para luego dar paso a uno de los mayores temas de la carrera de Idol. Una parte vocal muy bien hecha, con una gran influencia de Elvis y esa entonación tan pasional y raspada (cuando llega a los altos) aún en la actualidad eriza nucas.

Billy Idol - Rebel Yell (1983)


Al pasar a la segunda canción nos encontramos con la elaborada Daytime Drama, una canción de corte más elegante que de forma increible se mezcla con una parte de guitarra más grande que la existencia. Y no lo digo por lo habilidosa que es (que también) sino por los increibles efectos que se saca Stevens de la chistera. Y como no Idol, que es de esos cantantes que te levanta la calidad de un disco dos peldaños por los litros y litros de actitud que le pone a su labor y letras. Una música que creo que para su tiempo sabía ser satisfactoria y a la vez innovadora. Alejándose un poco de la senda, pero sin perder calidad se encuentra Eyes Without a Face, que sabe ser una plácida balada en la que unos teclados tan sencillos como acertados dan un ambiente idóneo. La guitarra acústica se ejecuta a un nivel muy suave acompañando el teclado (muestra de este tratamiento intensivo de los detalles) y finalmente una guitarra distorsionada que me evoca pasión e intensidad de una forma muy especial. Vocalmente para que decir nada, si sabemos que tenemos la papeleta asegurada...

Y si todo lo que hemos visto hasta ahora rozaba lo excelente, cuando llega Blue Highway es cuando la cabeza me explota por completo; esta es de las canciones que te hace un disco emocionante. Es desde el primer momento que esa guitarra con tanto golpe me hace subir mi ánimo hasta la euforia pura. Los adornos de teclado y bajo hacen quitarme el sombrero y bailar como un loco. La canción es básicamente coger todo el carácter del rock'n'roll de Elvis y hacerlo más crujiente, más adaptado a los años 80. Y en este caso, ya debo hacer referencia a que indudablemente Billy Idol siendo inglés, tenía una muy fuerte influencia de la música americana y por carácter encajaba en sus eventos, en su espíritu más ligado al carpe diem, al desenfreno. Si John Lydon al marchar de los Sex Pistols, tomó una actitud más inglesa al formar Public Image Ltd., Idol sin duda se acercó más a la sombrilla de la juventud MTV, eso si, no porqué el forzara nada para adaptarse. Igual que Lemmy de Motörhead, Idol es un tipo que en lo suyo tiene toneladas de actitud.

Billy Idol - Blue Highway (En vivo en Nueva York, 2001)


Después del subidón la cosa no afloja con Flesh for Fantasy, que sin duda me parece otro de los grandes hits de este disco. Y en este tema se vislumbra el sonido que tal vez debería haber tomado Queen para su defenestrado disco Hot Space (1982). Una melodía que dentro de su estilo sinuoso de bajo y su guitarra seductora esconde a un Idol que poco a poco nos encandila hacia su terreno. Sensual y sin duda, genial. En este punto bajan las revoluciones con Catch My Fall, una canción más tranquila conducida por un bajo melódico y un saxo que le acaba de dar ese punto cálido a la composición. Seguramente una de las canciones que menos me gustan del disco y aún con esas, se presenta llena de detallitos que la elevan a un muy buen tema. Por ejemplo, la intensidad de los teclado en la parte central de la canción o esa entonación tan suave del cantante durante un buen tramo de la canción. Matices que me evocan a como debe ser la música bien producida.

Volvemos a una sección hard rockera en Crank Call. Un compás de guitarra genial y un riff totalmente ochentero, rudo y sexy. Admiro como en aquella época se trabajaban las melodías de las canciones para obtener un resultado tan poderoso como accesible. No llegamos a la brillantez del primer tramo del disco, pero se ha de decir, superaba la media de lo que te podías encontrar en la época (y había muchos artistas de calidad por entonces). Y siendo claros, si Metallica estaba ayudando ese mismo año al metal a nivel underground con Kill 'Em All (1983), Idol promovía el rock duro por la superficie (igual que Ozzy Osbourne por entonces) con este disco y de una forma más sutil. Otro ejemplo claro sería (Do Not) Stand in the Shadows, que sería de esas canciones de hard rock con mucha influencia del pulso punk y con espíritu motivador. Esos acordes tan bien elegidos para adornar el tema son una buena imagen del espiritu que me fascinó ya desde pequeño del hard rock.

Billy Idol - Flesh for Fantasy (1983)


Para el final del disco, se guardaron la que a mi gusto es la pieza más floja del disco The Dead Next Door, pero que entendida en su buen contexto sigue sin bajar de lo notable. Tal vez su pega se acuna en el hecho de que es una canción más ambiental, pero su letra emotiva sabe ensalzarla y evidentemente, reforzada con la pasión en lo vocal. Las palmas conjuntadas con el bombo de una batería hacen ese efecto perfecto de tensión en la calma, casi como en himnos como We Will Rock You (ya que digo algo medio malo antes, ahora algo genial de Queen) o Born in the U.S.A. de Bruce Springsteen. Una prueba más de la confluencia de estilos de Billy Idol en esa época sería el descarte Motorbikin', incluido en la versión cd de 1999 en la que se percibe el encuentro entre hard rock, punk y Elvis con el que se podría definir su sonido.

En definitiva, con Rebel Yell nos encontramos ante una de las joyas del rock duro de la primera mitad de los 80. Su trabajado sonido y su enorme actitud me parecen un ejemplo genial de las formas en las que se debería afrontar la creación musical. La perspectiva del tiempo nos tiene que aportar madurez en nuestro criterio y aunque se que en su tiempo no fue un disco para nada infravalorado, me sentía en la obligación como investigador musical de recuperar esta gran pieza. 

Nota: 8,6

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