miércoles, 17 de febrero de 2016

Crítica clásica: Countdown to Ecstasy de Steely Dan (1973)

La elegancia es una actitud que se transmite a través de diferentes elementos de nuestras acciones. El andar, el hablar, el esperar, reivindicar lo que uno quiere y conseguirlo de forma cortés, el equivocarse y levantarse con dignidad (incluso haciendo sutil mofa del error); todo cuenta en favor a tener una forma bella de vivir (aunque imperfecta, para que negarlo). Musicalmente también encontramos composiciones así, es decir, que por su tempo, ejecución, melodía y cantar nos evocan al buen gusto sin pretensión, al color sin abuso, a los matices sin llegar a lo hortera. Por lo que mi criterio me dicta, Steely Dan es una de esas bandas que cumple con aquello que interpreto como elegancia. Músicos jazzísticos que no hacen ascos al rock y que tratan con humor y inteligencia los temas que hablan.

Debemos entender que tras el resultado que en breve podremos apreciar, hay un gran nivel de técnica y perfeccionismo. Hay una gran seguridad en las habilidades de los músicos que conforman la banda, pero afortunadamente son músicos que buscan exprimir sus capacidades para ofrecer algo nuevo a sus oyentes. Walter Becker (bajista y guitarrista) y Donald Fagen (cantante y tecladista) son de esos músicos que generan envidia sana al verles tocar. Unos tíos realmente "salaos" que en su carácter más desaliñado, saben ofrecer grandes arreglos musicales, buenas melodías y sobretodo, tienen como propósito seguir evolucionando incluso siendo ya unos veteranos. Hoy, veremos una de las primeras obras que formularon como grupo y en la que se demuestra sin duda una banda prometedora e innovadora. Por otro lado, Dan tubo una fuerte influencia de Frank Zappa en lo que a comedy rock se refiere, por lo tanto, recalco de nuevo que la elegancia y la sátira fina inundaban sus creaciones.

Steely Dan fue de esas bandas que surgió de un encontronazo entre los nombrados Walter Becker y Donald Fagen en 1968 cuando, Fagen oyó a Becker practicar con la guitarra. Los cambios de nombre y formación fueron surgiendo, mientras ellos dos se presentaban como las piezas inamovibles, primero como banda de covers y luego como compositores. El toque de humor de la banda ya surgió cuando le dieron el nombre definitivo a la misma. Este tiene como origen el nombre de una braga/calzoncillo con un consolador en forma de pene llamado Steely Dan III from Yokohama que era nombrado en El Almuerzo Desnudo de William S. Burroughs. Para ese tiempo, se unirían a la banda Denny Dias (guitarra), Jeff "Skunk" Baxter (guitarra) y Jim Hodder (batería). Becker pasaría a las labores de bajo y composición junto a su amigo Donald Fagen con el resultado de Can't Buy a Thrill (1972), que era un disco de rock con muchos elementos de blues y jazz y dos hits claros: Do it Again y Reelin' in the Years.

Vendiendo 500.000 en menos de 6 meses en Estados Unidos, la banda se animó a hacer un nuevo disco que superara la calidad del debut. En verano de 1973, saldría a la luz Countdown to Ecstasy. Y poniéndolo en marcha, sólo se puede asegurar que ya empiezan de una forma inmejorable con Bodhisattva, una mezcla de rock'n'roll con el virtuosismo del surfer y del jazz. La agilidad del teclado de Fagen demuestra que quería explotar todo su potencial y las guitarras de Dias y Baxter, no se quedaban atrás y hacen juego y rivalidad con el portentoso tecladista. Aunque no se habla mucho de su significado, podría hacer juego entre varios temas (bajo mi percepción o teorías): ser un simple juego para hacer una letra bonita y punto, estar hablando de alguien que tiene tanta ambición por lo exótico que dejaría su vida atrás para ir a vivir a Asia o por último, que hable de una persona que busca el estado Bodhisattva de iluminación espiritual (de búsqueda del budismo).

Steely Dan - Bodhisattva (1973)


La segunda canción del disco, Razor Boy, tiene más influencia de la bossa nova en esos ritmos sutiles que va creando junto a los delicados toques de teclado. La voz de Donald Fagen me parece genial por su entonación y sus matices; calza perfectamente con el mensaje de la canción. En ella se nos habla de los problemas de depender de lo material, lo superficial y la aprobación de los otros. La figura del razor boy (niño de la navaja), se presenta como la metáfora de ese momento inesperado de la vida que "te atraca" y te puede llegar a hacer perder todo aquello que superficialmente tu valoras. Llega una de mis canciones favoritas del disco tanto por su letra como por su sonido tristón y nostálgico, The Boston Rag. La historia de un hombre que canta un rag evocando un problema de su vida que mezcló drogas y desamor.

De nuevo tenemos influencia de los ritmos latinos y el jazz en Your Gold Teeth, canción que a través de formas muy sinuosas y disonancias nos muestra la historia de una mujer que le gusta atraer a los hombres para usar su cuerpo como moneda de cambio para sus caprichos. En su vida de pretensión, incluso se juega su diente de oro para conseguir dinero... pero el narrador parece no dejarse afectar por los bailes y los encantos de la protagonista. El solo de teclado de Donald Fagen tiene mucha influencia de la música bebop (variante del jazz donde primaba la técnica). Show Biz Kids, por otro lado, da más importancia a los coros pegadizos a lo R&B y el jazz. La guitarra distorsionada de fondo le da un cierto toque ranchero a la canción y es tocada por el famoso guitarrista Rick Derringer. Tal vez es su patrón repetitivo que hace que no me parezca tan buena como las anteriores, pero a la vez, me atrapa. Dulce contradicción.

Steely Dan - My Old School (1973)


Otra de las grandes canciones del disco es la animada My Old School, que emite más alegria y tiene mucha influencia del rock del momento. Sus adornos con trompetas y los coros le quedan de fábula. La canción habla de una redada de drogas en la que estuvo implicado Donald Fagen cuando iba al colegio artístico Bard. En la canción juraba que no volvería más al sitio, pero la realidad fue otra, ya que en 1985 volvería para recoger una diplomatura de honor que le dieron. Pearl of the Quarter, es a mi gusto la canción que menos me convence del disco, ya que aún estando muy bien arreglada instrumentalmente y ser bonita, se me hace algo más pesada. Afortunadamente para terminar el disco los ánimos reflotan gracias a King of the World, una canción con un sonido muy reminiscente del funky. Los efectos de guitarra y la batería dejan un acabado estupendo, el interludio con teclado tiene ese "nosequé" inspirador que le sube enteros. La letra nos habla de un superviviente de una guerra nuclear que envía un mensaje para decir que esta vivo por la radio y que al estar solo, se proclama rey del mundo que le rodea.

Como podemos ver, el disco es todo un conjunto de reflexiones sobre la condición humana en sus momentos de decadencia, duda y conformismo en cualquiera de sus formas. Musicalmente es una delicia, aunque admito que en algún tema le falta un pelín para que me empiece a llenar. Pero el dominio de lo bueno, trabajado y rico es tan apabullante que ya en las primeras escuchas supo impactarme de una forma distinta a todo lo visto dentro del entorno del rock. Por lo tanto, este Countdown to Ecstasy, aún en la actualidad es una forma de ampliar el abanico de sonoridades que puede existir en la música popular. Una buena propuesta para escuchar degustando un buen café y si eres de la gente que tiene inquietudes musicales algo más sofisticadas y interés en una lírica con un toque más intelectual.

Agradecimientos a Adrià Calvo como colaborador en la puntuación de este disco. Es un placer compartir buena música con ayudantes con criterio.

Nota: 8,5 

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