domingo, 22 de mayo de 2016

Crítica clásica: Bark at the Moon de Ozzy Osbourne (1983)

1983 fue un año muy importante para el Heavy Metal. Todo un conjunto de bandas despuntaron sacando discos excelsos dentro de este género: Kill 'Em All de Metallica, Piece of Mind de Iron Maiden, Victims of the Future de Gary Moore, Melissa de Mercyful Fate, Balls to the Wall de Accept, Holy Diver de Dio o Show No Mercy de Slayer... además todos ellos clave para el crecimiento de diferentes corrientes en el mismo metal, ya sea el thrash, el black metal, el progressivo, el metal clásico o el que hoy veremos, el metal neoclásico. Para entender este tipo de metal, debemos hacer referencia a un importante compositor del rock duro que a través de su estilo, inspiró a toda una generación de guitarristas que aparecieron entre los 70 y los 80. Ese tenía que ser Ritchie Blackmore, guitarrista de Deep Purple y posteriormente de Rainbow. Su forma de tocar la guitarra se distinguía por ser académica pero arriesgada, clásica pero abierta a la experimentación, con escalas elegantes y acordes duros, de arreglos bonitos pero con disonancias intercaladas en sus canciones. Si Jimi Hendrix junto a Eric Clapton fueron la revolución en guitarras de los 60, considero que en los 70 son propiedad de Blackmore, Tony Iommi (Black Sabbath), Eddie Van Halen (Van Halen) y en una escala inferior y con plagios, Jimmy Page (Led Zeppelin).

En los 80, hubo gente que supo sacar los frutos de todo esto y como no, Ozzy Osbourne (ex cantante por entonces de Black Sabbath) también lo hizo. Dos discos al mercado como Blizzard of Ozz (1980) y Diary of a Madman (1981) con un guitarrista como Randy Rhoads, eran el mejor abrebocas para una década que iba a brillar muy intensamente en lo que a metal se refiere. Rhoads era como el pichichi del mejor equipo de fútbol legendario que uno se pudiera imaginar, pero en la guitarra. Técnica depurada, sonido caballeresco, espectacularidad y muchas ideas innovadoras que mezclaron potencia y velocidad con una música asequible para cualquier amante del rock duro. Pero para Randy Rhoads, el sueño terminó cuando en un accidente de helicoptero perdería la vida en 1982. Ozzy Osbourne se veía de nuevo en el pozo que fue a parar tras ser echado de Black Sabbath, pero Sharon Arden (si, la que luego sería su mujer), le dio un empujón de nuevo para que siguiera la gira con un guitarrista sustituto, que sería Brad Gillis (Night Ranger) y grabara Speak of the Devil (1982, disco en vivo) y ya encontrarían a un sustituto...


Ese sustituto, después de un proceso de ciertas dudas terminaría por ser Jake E. Lee y a título personal, debo admitir que su intervención es la que más me llama entre todos los guitarristas de la carrera en solitario de Ozzy Osbourne. Eso se debe a que como guitarrista supo seguir la estela de Randy Rhoads pero con unos sonidos algo más alegres o haciendo una referencia a la pintura, con una paleta de colores más viva y que se acercó a una vertiente más melódica. Por eso, Bark at the Moon, tema que da nombre al disco resulta más una excepción en la que se hace mucha referencia a ese sonido más speed metal que lograban algunas canciones de Rhoads. Muchos acordes poderosos y escalas neoclásicas adornan este tema, hasta que culmina en un solo mítico en la discografía del cantante británico. Destacar el efecto que hace Lee con algunas notas agudas, que transmiten un aire más tenebroso y fantasmagórico a la canción.

A partir de ahí, el disco se va guardando sorpresas, como el cambio que se da al iniciar You're No Different, en la que los teclados de Don Airey toman mayor protagonismo. A lo largo de los años he visto a mucha gente en otras críticas despreciar esta canción por su sonido más accesible sin dar valor al gran aire épico que tiene. Lo fantástico de esta pieza es que me recuerda a Mr. Crowley, pero llevando la música a un terreno más reposado y melancólico. Afortunadamente, el nivel se mantiene alto con Now You See It (Now You Don't), en la que tenemos un riff con mucha pegada que domina toda la canción. La batería refuerza los puntos sinuosos de la guitarra y a nivel vocal, como podremos ver a lo largo del disco, la voz de Ozzy es la idónea para el espíritu que tienen las melodías. Le podría achacar que repite mucho el riff que define la canción, pero sabe hacer de él un hilo conductor por el que va navegando la parte vocal. Y es que como cantante Osbourne, había logrado pasar de reseguir el riff de guitarra en el inicio de su carrera, a tener un estilo más transversal en lo que a la guitarra se refiere.

Jake E. Lee con Ozzy Osbourne detrás
Rock 'N' Roll Rebel, me parece más redonda que la anterior aunque siga el mismo estilo. Es de nuevo una canción rockera, con aire guerrero, pero los teclados y la guitarra hacen un trabajo algo más variado. Con una pegada dura, el trabajo en los parches de Tommy Aldridge resulta más contundente que técnico/complejo. Pero para nada resta, ya que el tema tampoco pide grandes exhibiciones, ni tampoco hace gala de demasiados cambios de tempo. Pero las cosas de nuevo dan un giro con una de las mejores canciones del disco Centre of Eternity o Forever (como se le llamó en la versión europea). La entrada de teclado de Don Airey sabe dar espectación al que esta oyendo la canción. Su estructura progresiva, hace de esta composición una de las más ricas que recuerdo de la carrera en solitario del padrino del metal. El solo de guitarra siempre me eriza los pelos de la nuca: ¡que carácter y que punteo de guitarra tan rápido y punzante! Los adornos a las seis cuerdas de este disco son soberbios y llenan el disco de esos "momentitos" que se me quedan en mi memoria musical.

Louis Clark, el encargado junto a Don Airey de los
arreglos de teclado y cuerda
Pero entre todo el contenido que contiene el disco me quedo con Slow Down, una canción que desgraciadamente Osbourne se guardó para el disco en versión americana y que aquí sólo llegó a través de caras-b de singles o en el cd reeditado hace años. Esta canción es un auténtico chorro de motivación y buen rollo, ejemplar en todos los instrumentos y con unos solos que se que recordaré por años que pasen. Un tema caballeresco en el ritmo y trepidante en cada capa instrumental que tiene. El cierre con el teclado y los remates de batería y guitarra aún los siento en carne viva como si fuera el primer dia y os lo aseguro, la primera vez que la oí me emocioné muchísimo. Pero es que la tríada de genialidades se cierra con Waiting for Darkness, una auténtica maravilla que si bien no me desnuda tanto el alma como la anterior, es de las que me hace sentir como un niño con su juguete nuevo cada vez que le doy una escucha. Voy a enumerar todo lo grande que tiene: punteo de guitarra y solos de escándalo, una sección de teclado que transmite mucha grandeza, una estructura de batería muy cargada de toques y momentos más ambientales, muy bien cantada, un bajo muy dinámico con muchos punteos trinados que refuerzan la guitarra y finalmente unos adornos de cuerda que ¡uff!.

Llegamos a los últimos temas que me faktan por valorar; primer con Spiders in the Night, un tema que juega más con el misterio y en el que el bajo juega un papel protagonista. Hace unos 7 años, cuando di la primera escucha seria a este disco, era una canción que tenía en menor estima. Pero con los años he entendido que su presencia conjuga realmente bien con el aura del disco. Finalmente, la única canción que siempre he relegado a un segundo plano del disco y que en verdad, si la miramos por lo que es, no deja de ser una notable y brillante composición. So Tired, es una canción que si la sabes escuchar sin prejuicios puede ser una bonita experiencia y es que las baladas buenas, como esta, saben emocionar por su trabajo de fondo, por lo instrumental y en este caso lo debo decir: bendito sea Louis Clark (Electric Light Orchestra) por el trabajo tan precioso que puso en este disco en lo que son los arreglos de cuerda. Intercalado con el texto podéis ver una imagen de el pensativo en los teclados.

En definitiva, entre todos los discos de estudio de Ozzy Osbourne puedo decir que Bark at the Moon me parece su cúspide musical, almenos por lo que yo le pido a un disco. Contiene 4 de las mejores canciones del cantante de Birmingham tras su salida de Black Sabbath y sabe hacer de todo el trabajo y las capas de instrumentos de sus canciones algo asequible y para nada complejo de escuchar. Además está repleto de emociones muy variadas que nos llevan desde la epicidad, la euforia, el sosiego, la sensibilidad dulzona y el misterio. Se que por la leyenda que rodea a Randy Rhoads muchos van a querer tacharme de sentimental o de tarado, pero sin duda este disco me parece mejor que sus precursores y por enormes ratos un disco bastante infravalorado por la crítica. Disco recomendadísimo para los que quieren de un trabajo de estudio, una aventura que los cautive hasta el final.

Nota: 8,8

3 comentarios:

  1. Excelente reseña, y al igual que a mi creo que la mejor del disco es slow down, carajo, como no encuentro esa cancion en algun karaoke por lo menos (por que convencer a gente para tocar covers de ozzy está mas dificil aún). Bark at the moon en general es un discaso, para escuchar de inicio a fin sin saltarse ninguna, da gusto leer gente de por aquí que le guste tanto como a uno. Saludos !!!

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  3. El ùnico tema que sobresale es Waiting for Darkness ,los demás son intrascendentes hasta aburridos , arrancan como para demoler y después como que caen en su reiteración, pierden ese no se que , y el sonido no es muy bueno que digamos tampoco

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