lunes, 4 de mayo de 2015

Crítica: The Magic Whip de Blur (2015)

Hace 20 años estaba muy de moda el movimiento del britpop, nacido entre muchas cosas por la oleada que los Stone Roses dejaron con el sonido madchester a finales de los 80. Este movimiento era la representación del rock alternativo que se fabricaba en Reino Unido, mientras que en Estados Unidos triunfaba el grunge. Hablamos de una música más comercial de buenas a primeras en el sentido de que sus canciones eran más parecidas a lo que todos podemos entender por un hit actual, pero sin despegarse del aroma rock/pop de melodías dulzonas. Fácil, sencillo (y para toda la familia).

Dentro de esa corriente musical había dos grandes capos que dominaban el mercado de lo alternativo, por un lado los más serios pero a la vez sucesores del sonido de The Beatles, Oasis. Por el otro, estaba una banda que se lo tomaba todo más con sátira en su primera época, Blur. Esta, empezó con discos que marcarían la contraestética de los primeros y su cúspide llegó con los discos Parklife (1994), The Great Scape (1995) y Blur (1997). Tres discos idiosincráticos que mostraban la personalidad de unos músicos muy diferentes tomandose la musicalidad de los 90 como les daba la gana. Damon Albarn, Alex James, Graham Coxon y Dave Rowntree se hicieron muy famosos por aquellos tiempos y eso también les llevaría a pensar en que querían hacer de su música en ese punto y todo tomó un nuevo rumbo con 13 (1999).

A día de hoy, considerado una maravilla de disco con un aroma que mezcla lo hímnico y un sonido más apagado y alternativo. Pero aún se adentraron más en la introspección musical cuando la estabilidad de la banda se aguantaba de un hilo muy fino. Albarn, como cantante y mente creativa de la banda, parecía muy ocupado con su nuevo proyecto Gorillaz y Graham Coxon andaba tan desconectado de la banda (drogas) que simplemente se largó dejando a los otros tres en manos la hazaña que sería Think Tank (2003). Un disco diferente a todo y que creo que formaba parte de la enorme indagación musical que estaba haciendo Albarn por aquellos tiempos. El disco salió al mercado y con los años ha ganado mucha comprensión por parte de los que seguimos la música de estos ingleses de Londres.

Haciendo un biopic de la banda muchos habrían hecho un montón de referencias a la competencia entre Oasis y Blur, pero en esta ocasión solo lo nombraré como una pequeña anécdota ante lo importante, la ruptura. En 2003 después de la gira, el contacto se disipó un poco y aunque hubo intentos de volver, los astros no parecían estar alineados y cada uno iba a lo suyo. Pero en 2008 parece que el reencuentro entre ellos fructiferó y avisaron de que en 2009 estarían en el Hyde Park tocando juntos. En esos 5 años de diferencia, Albarn se había convertido en una figura musical que despuntaba con Gorillaz y su presencia con Blur le convertía más que nunca en la gran estrella. Gran éxito, rotundo, si hace falta decirlo de esta forma para que entendáis lo bien recibido que fue su regreso a los escenarios.

Pero la falta de fe en que hicieran algo nuevo la incrementaron los propios miembros de la banda dando pocas pistas o desmintiendo cualquier esperanza de un nuevo disco completo. Todo parecían ser singles prometedores, caramelos bomba que dejaban a uno con el cabreo de no tener más, en mi caso fue Fool's Day (2012).Almenos ese fue el cuento hasta febrero de este año, cuando anunciaron The Magic Whip.  A parte en las entrevistas que rodearon hace poco el anuncio del disco, Albarn como cabecilla del grupo dejó caer que ya no harían sátira de lo campero, que en verdad estaban trabajando en un disco muy urbanita. Y eso me hizo pensar en lo que lleva haciendo este hombre en los últimos años y en el último disco de Blur, que ya cumple 12 años.

Lo más curioso es lo que acaba ocurriendo al empezar el disco con Lonesome Street. Su sonido me recuerda muchísimo a aquella música divertida y con guitarras ligeras de The Great Scape (1995) por poner un ejemplo. A ratos me recuerda incluso un poco a una modernización del sonido de The Beatles en discos como Sgt. Peppers (1967) o Magical Mystery Tour (1968). Es decir, en muchos sentidos puedo sentir que existe una sucesión natural que se ha ido encadenando con los años y que ha evolucionado sutilmente con las modas de la época. Simplemente, uno sabe que está ante una misma comida que se ha preparado de diferente forma según los gustos de la persona y la época que ha vivido. Esto acaba siendo un retazo de pasado que da muy buen rollo a aquel lejano oyente de los 90. Por lo tanto primera contradicción con lo dicho por Albarn, eso si una ¡ohh, dulce contradicción!

Pero cuando llega el segundo tema ya si que se puede aludir al camino de las nuevas modas y New World Towers es una mezcla sonora que merece la pena escuchar con calma para encontrarle su encanto. Al principio no le daba importancia a su sonido, pero con las escuchas se me ha perfilado como una de estas canciones intimas pop como las que construyen Vampire Weekend en Modern Vampires of the City (2013). Pero a la vez serviría de alusión al giro sonoro que sufrieron a finales de los 90, ya que estas guitarras sencillas con ese teclado de fondo sutil me hace pensar en esta nueva moda de lo simple que ha nacido hace poco pero llevada con buen ojo. Cosas así me dan la sensación de estar ante un disco real y no ante un intento barato de resucitar algo con lo que ya no crees.

Blur - Lonesome Street (2015)


Go Out es de nuevo un tema que me recuerda a los Blur de los 90 con una estructura similar a lo visto anteriormente en su carrera, pero con nuevos tintes. Su sonido es interesante y me entretiene aunque no es la última revelación divina, cumpliendo bastante bien su función. La canción en parte hace referencia a la idea de la soledad y depresión de no querer salir de la vida enclaustrada. Pero del sonido distintivo de los 90 pasamos a Ice Cream Man donde florece un poco del sonido Gorillaz visto en el disco Plastic Beach (2010) me gusta más. Eso es porqué me gusta que un disco explote todas las facetas de una banda. Incluso su letra es super chocolatástica e ilusionadora, llena de loops y divertimentos. Se nota que el encanto de este disco va en un sentido diferente a su "etapa gloriosa" y se parece más al experimental Think Tank y eso me mola.

En la misma onda está Thought I Was a Spaceman, con mucha electrónica de por medio. Es una melodía delicada, que se desarrolla a través de pinceladas cortas y dispersas por un lienzo muy amplio. En el minuto 2:44 coge un interesante toque de batería que nos insinúa un poco de funky con unos teclados grandilocuentes de fondo muy interesantes. Ya por su nombre define su sonido estelar y ambiental. La considero una creación bastante bien pensada y que le da profundidad al concepto de la portada, ¿En que sentido? Me evoca a lo nocturno y a las luces artificiales, a parte su letra melancólica me evoca al pesimismo del hombre que se explora y se decepciona del mundo y de si mismo. A veces, un disco gana por lo profundo que es el concepto que tiene y lo coherente que es en tratarlo.

Blur - Thought I Was a Spaceman (Le Grand Journal, 2015)


Volvemos a los ritmos dinámicos y a la música con el sentido divertido con I Broadcast. La intro tan rara que tiene de alguna forma mística me encanta, es tan juguetona que me hace bailar como espero de Blur. Y es que de nuevo lo digo, la primera vez que escuché el disco me lo tomé con más reticencias de las que ahora tengo. En menos de 3 minutos sintetiza todo lo que podía esperar a mediados de los 90 de su sonido: inmediatez, diversión y descaro. Pero como una losa cae My Terracotta Heart, su letra extraña pero bella es lo que más me gusta de la canción pero musicalmente me parece más flojita y solo en la parte final parece llegar a la sutilidad que a mi me gusta para este tipo de canciones. De momento, la canción que menos me gusta del conjunto aunque para nada resulta ser mala.

Y es que parece que hemos entrado en la parte más floja del disco. There Are Too Many of Us le ocurre lo mismo, ya que creo que hasta los 2 minutos y pico no arranca con un sonido que me consiga gustar. La diferencia respecto a la anterior es que cuando arranca, entra en una especie de mezcla delicadez/épica que me gusta bastante y que le suma unas décimas al conjunto. Ghost Ship, por otro lado, me hace viajar mentalmente a los dos últimos discos de Gorillaz: Plastic Beach y The Fall (2011). Es un tema buenrollista que tiene unos buenos adornos pero que como las dos anteriores, se me hace un tema más de paso. Tal vez, la nota de castigo de estos temas viene por la experimentalidad que había tomado el disco hasta ahora y en el pequeño conformismo en el que cae con esta triada de canciones.

Blur - I Broadcast (Later... with Jools Holland, 2015)


Lo bueno es que los sentimientos son capaces de evaporarse con mucha rapidez y cuando las cosas se tornan de nuevo experimentales, me vuelvo a alegrar. Pyongyang tiene una doble cara como canción, en la que su sonido peculiar sabe evocar sentimientos de relax y casi alucinación; y aquellos segundos en los que se estanca un poco. Las impresiones acaban siendo positivas y la canción sabe cerrar con un teclado muy pequeño en volumen, un riff oscuro y un Damon Albarn muy metido en su papel cerrado y tristón. Ong Ong, es otra de esas que tiene la gracia beatleliana pero con el sonido fiestero y medio chorras de Blur (en el buen sentido). Tal vez lo que me hubiera gustado es que la percusión hubiera sido más gruesa para hacerla más bailable. Pero queda una diver-balada bastante bien arregladita con un piano gracioso que va dibujando lineas positivistas.

El cierre del disco es apagado y un poco bluesy. Esa guitarra que resigue las lineas vocales de Albarn en Mirrorball nos traen una bajada de telón interesante. Y es que esta es una fórmula que ha funcionado en muchos discos, reservarse para el final esa canción tristona que empaqueta un disco bien y te hace esperar el próximo. Algo en este tema me ha seducido y aunque no es el mejor del disco, sin duda está entre esos temas que me lo identificaran con el tiempo. Encaja muy bien con el concepto urbano y decaído del disco, eso si, sin buscar tanto la novedad sonora o la experimentación. En cierto punto, me recuerda a lo que hizo Arctic Monkeys al colocar I Wanna Be Yours al final de AM (2013). Pero sinteticemos un poco todo lo que hemos visto en una opinión que aquí os dejo.

Blur - Mirrorball (Le Grand Journal, 2015)


The Magic Whip es un buen disco de regreso para Blur sin ninguna duda. Sabe ser el mismo y a la vez retomar formas del pasado sin ser una burda copia. A la vez, su gran baza es que le gusta experimentar y mucha de la culpa de todo esto es de Damon Albarn. Estos 12 años sin un disco de estudio de Blur han sido toda una época de crecimiento musical para él y la libertad que le ha traído estar en Gorillaz o su carrera en solitario se notan porque ha mezclado en muchos casos el sonido primigenio de la banda y le ha untado sus nuevos referentes. Pero también en otras canciones se ha tomado una vía más rupturista y valiente que merece la pena. ¿Cual es su tara? Que a veces experimenta sin hacer las canciones más ricas o entretenidas, con eso quiero decir, que hay canciones que podrían aspirar a un poco más si se hubieran planteado un poco mejor.

Por lo tanto, me uno al grupo de gente ilusionado por el regreso de esta banda al mundo discográfico y espero sin duda su próximo trabajo. Particularmente tenía muchos miedos de que con la diferencia de años que han pasado desde su anterior disco, aparecieran desentrenados ante el gran público. Pero al contrario, sin ser de sus mejores discos, sabe escribir un nuevo capítulo en la historia de esta banda y hace que la veamos más que nunca como gente con muchas inquietudes sonoras. Incluso creo que toman con bastante seguridad la bacante que dejó Oasis en la faceta más seria del britpop y acaban siendo como un granjero que ha sabido cuidar de las tierras de ese campesino rival que por fuerza mayor ha tenido que dejar los cultivos.

Nota: 7,85

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