miércoles, 7 de enero de 2015

Crítica: The Final Frontier de Iron Maiden (2010)


Ya hace algo más de cuatro años que apareció en el mercado el último disco de Iron Maiden. Para ellos ya hace mucho que ha pasado aquella era en la que era normal sacar un disco por año (de aquellos que marcan leyenda), hacer una gira y volver al estudio, casi sin tiempo para respirar. Han dado mucho de si y por ahora parecen cómodos saboreando las mieles del éxito, después de tiempos grandiosos en los 80 y tiempos de baches y salidas de grandes figuras durante los 90 (Bruce Dickinson y previamente Adrian Smith).

Pero para saber con que Iron Maiden nos enfrentamos en la actualidad tenemos que poner la vista en el año 2000, momento del reencuentro de todos los grandes astros de la banda, los que se quedaron y los que se fueron. Hijo de ese momento de euforia y fuerzas recuperadas saldría Brave New World, que en mi mente se vislumbra como un gran disco, solo un peldaño por debajo de todo aquello que habían hecho hasta 1988. El público evidentemente reaccionó con euforia y Maiden de nuevo era un llenaestadios como casi una década atrás. Empezaba una nueva etapa que aparentemente a dia de hoy continua.

En esta nueva etapa con la alineación clásica, previamente al disco que hoy dedico unas lineas, ya se habían parido tres discos: Brave New World, que resultaba un disco esperanzador, dinámico, creíble y sobretodo hecho con unos músicos en estado de euforia. Dance of Death (2003), que en cambio era bastante más conformista y que aún con momentos muy lúcidos, sonaban a un Maiden más preocupado en sonar a Maiden, que en sacar todo el talento que realmente poseen. Finalmente A Matter of Life and Death (2006), un disco denso, elaborado y que tiene un aroma progresivo ineludible, como un Seventh Son pero con menos magia y más terrenal. Se estaba siguiendo la senda correcta y los músicos de la banda (sobretodo Steve Harris) estaban haciendo navegar el barco hacia nuevos puertos musicales sin traicionar su sonido.

Iron Maiden, de hoy y de siempre. Leyendas consolidadas

Todo eso me conduce a The Final Frontier, un disco que tardó cuatro veranos en ver la luz y en el que derrochaba muchas expectativas, ya solo viendo la portada, para algunos infame y para otros, entre los que me incluyo, muy vistosa y que me hace pensar en aquel magnífico Somewhere in Time (1986). Lo primero que escuché del disco unos meses antes de su publicación me dejo un poco frío, El Dorado. Y no voy a negar que es una canción que ha necesitado un tiempo para que la valore con mejores ojos, ya que al principio cuando oía cantar a Bruce Dickinson: "El Dorado come and play, El Dorado step this way. Take the ticket for the ride", lo tengo que admitir, me dolía y la intro tan follonera, me sobraba.

Es con el tiempo que he aprendido a ver en ella una canción notable que goza de un buen riff y de un buen solo intercalado a mitad de la melodía. Aún así está lejos de ser perfecta y no me sirve que le quieran dar un Grammy a esta canción por todos los que les deben de la época de los 80. O por lo menos, no considero que sea la más indicada del disco para otorgarle tal premio, aunque seamos sinceros, si los Grammy fueran justos, bandas como Accept, Dream Theater o Opeth ya tendrían unos cuantos en su haber .

La canción es una crítica a la crisis económica que surgió entre 2007 y 2008 y la gente que aprovechaba la tempestad para usurar tanto dinero como su pico de cuervo les permitía. Como bien sabemos, los bancos han creado una nueva filosofía de vida en ciertos grupos de personas, en las que no existen valores morales, sino valores comerciales, transacciones y favores. Es curioso como por el dinero hay políticos que han vendido su ideología y por el lado contrario músicos piensan en asegurarse la pela no tocando ni un atisbo de su fórmula musical, aunque tengan deseos de renovarse.

Dejando de lado consideraciones sobre justicia y moral, vamos a entrar de pleno en el disco, reviviendo así por mi parte aquella primera escucha, la que me ilusiona, cabrea o me hace pensar. Satellite 15... The Final Frontier me hace pensar en una palabra, "ambición", acompañada de otra, "fallida". Esta primera canción quiere ser épica y en parte lo consigue y por otra parte se alarga más de lo debido en su primera mitad. Le falta trabajo detrás, pulimento, por suerte el gran Bruce "contra más viejo mejor canto" Dickinson, salva los muebles echándole huevos a su parte. Y entonces, hacen una maniobra muy mal llevada y como si le pusieras un post it a una carta de un restaurante de lujo entra The Final Frontier.

Años de depuración técnica en estudios para hacer una transición tan mala entre canciones y luego mister Harris nos habla de influencias progresivas, ¡¡mmmm!! pues toca releerse El libro gordo de Petete, con una sesión de Yes y Rush intensiva. Eso no quita que The Final Frontier sea una canción aceptable y entretenida de escuchar, en esta vida si te dedicas a esto de la crítica objetiva, fanatísmos cero. Por esa misma razón si que puedo decir que esta canción y El Dorado (si, lo se, la que he nombrado antes, no me pidáis orden, soy un caos ordenado) están bien atadas entre ellas.

Mother of Mercy, me parece un mix entre las melodías de Brave New World y Seventh Son of a Seventh Son. Considero que sabe contener la dosis de épica necesaria y instrumental y vocalmente. Un término que le queda genial sería intrépida. Lo que ocurre es que de nuevo pienso que se podría haber trabajado mejor su desarrollo melódico o sobretodo, mostrar lo bueno que tiene de forma concisa. Y es que este disco en ciertos momentos se extiende demasiado y parece que muchos músicos a día de hoy no entienden que no hace falta tirarse 78 minutos, si en 50 puedes presentar el mismo número de canciones con mayor grado de satisfacción y menos repetitividad (¡ejem! Death Magnetic ¡ejem!).

Y es que queridos lectores, solo hace falta escuchar Coming Home para saber como tiene que ser una canción con el metraje justo que merece. Tal vez, esta si es una de las merecedoras de un premio reluciente ya que sabe ser una balada, épica y con sentimiento, eso que hace años hacían los Scorpions sin llegar a ser moñas. Son canciones como esta las que merecen prevalecer por años que pasen en los conciertos en vivo como el que ahora os muestro. Su melodía es estupenda, ya que es maideniana, recordar a mil cosas y aun así ilusionar como si fuera algo totalmente innovador.

Lo mismo me ocurre con The Alchemist, una buena canción que sabe ser concisa y rememorar en gran medida aquellos tiempos de Where Eagles Dare o Die with Your Boots On, evidentemente sin llegar a la brillantez melódica de aquellas, pero realizada con pasión y buen gusto. Y es que en canciones como esta, me siento como cuando veo a una abuela que prepara con mucho esmero unos postres que lleva haciendo toda su vida, nunca causaran tanto efecto como la primera vez que te diste cuenta que eran deliciosos, pero sabes que vas a disfrutar siempre que los pruebes.

Lo que tengo claro es que la parte central del disco esconde las grandes joyas y la siguiente, Isle of Avalon, es la tercera canción consecutiva que se convierte en un buen motivo de compra del disco, Tal vez, en algun momento se repite y la batería, siendo Nicko McBrain podría ser un algo más elaborada (por pedir que no quede). ¡Pero que narices! A estas alturas del cuento uno ya firmaría para poder sacar después de más de 30 años sobre las tablas canciones épicas progresivas de esta calaña. Aquí si que siento que estoy ante unos Maiden que dan la talla de manera digna.

También resultan destacables las letras de las canciones, como por ejemplo en Starblind, otra canción que me hace ver a esta banda como uno de los precursores del metal progresivo, sintiendo en muchas cosas su sonido cercano a Queensrÿche. "We will dance among the world that orbit the stars that aren't our sun" (Bailaremos sobre un mundo que orbita estrellas que no son nuestro sol), me hace pensar en lo pequeños que somos los humanos y lo limitados que estamos en las fronteras de nuestro globo, frente a la grandeza del Universo, haciéndome disfrutar la canción con ojos de maravilla y duda. Ya el sonido con el que empieza la canción resulta satisfactorio y aunque en un principio me molesta el repentino cambio a heavy que da, luego, a medida que evoluciona su estructura y aparecen los solos, no puedo evitar rendirme ante su sonido. 

En cambio, cuando escucho The Talisman, necesito algunas escuchas más para dejarme convencer por ella y tiene retales geniales como la parte melódica que aparece cerca del minuto 4:40 y que luego se repite. No me gusta tanto tal vez como la canción anterior, pero con los años ha sabido crecer en mi. Aunque tal vez hubiera desarrollado más el pequeño cambio que se da en el 6:40, que podría haber enriquecido la impresión general. 

The Man Who Would Be King, habla sobre un hombre que comete un error al matar a alguien (aunque la canción es bastante ambigua sobre el tema) y por eso tiene que renunciar a sus opciones de ser rey y debe afrontar su error. Me gusta mucho como está entramada la canción por cortes musicales muy elaborados, aunque considero que podrían buscar algunos sonidos nuevos que encajaran en el catalogo de Maiden. Por suerte, rescatan en este disco los teclados de mano de Steve Harris, que tanta presencia tenían a finales de los 80.

Otro tema con el que creo que también creo que deberían mejorar, es que algunas canciones merecerían más rato de solemnidad y luego con el rato crecer y entrar en la épica Maiden. Eso me ocurre con When the Wild Wind Blows, con la que no hubiera entrado con la parte más distorsionada hasta la entrada del solo del minuto 4:50, para dejar respirar la canción como es debido y a partir de ahí seguir y seguir. La canción igualmente da mucho la talla y es la Rime de este disco, salvando las distancias.


Conclusiones

Me gustaría apuntar que estamos ante un disco notable con puntos muy buenos. A nivel de melodías se muestra muy desarrollado y las letras de las canciones tienen buena trama y pueden hasta esconder un poco de misterio, es decir, que artísticamente el álbum cumple su cometido. Eso igualmente, no le quita sus errores típicos cuando los músicos se ponen ambiciosos, como la falta de revisión en algunas piezas o algún tijeretazo en alguna canción que habría ayudado a que fueran más memorables y naturales.

Aún así, es de agradecer el empeño que pusieron en su momento en este disco que seguramente con los años y la perspectiva ganará más adeptos y defensores, sobretodo de la vertiente más prog de la banda británica. Lo más flojo se encuentra en su primera mitad y en el relleno de algunas composiciones, siendo a veces más fácil para un oyente habitual de las canciones más directas y enérgicas de Maiden. En cambio, para un oyente que haya madurado todas las facetas de la banda en su mente, encontrará en este disco su lógica y encanto. Sin ser un imprescindible, merece la pena ser escuchado y apreciado.

Valoración: 🌟🌟🌟✰ (Bueno)

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