miércoles, 6 de abril de 2016

Crítica clásica: Core de Stone Temple Pilots (1992)

Hacia 1992 todo el movimiento del Grunge estaba en plena vigencia. El año 1991 había sucedido con algunos de los mayores éxitos de sus bandas, como el ineludible Nevermind de Nirvana, Ten de Pearl Jam o el descarnado Badmotorfinger de Soundgarden. Tres discos con tres visiones distintas sobre lo que era esta corriente de músicos mayoritariamente procedentes de Seattle (EEUU). Pero no todo tenía porqué nacer de la misma ciudad o zona para ser del Grunge, ya que la crítica que hoy dirigimos no se podía alejar más del epicentro. Tanto nos alejamos, que debemos ir del norte del país yanqui hasta el sur-oeste, por California. Por lo tanto, el Grunge lo debemos ver más que como la realidad de un sitio, como un momento del rock duro en el que se usó sus estilos (hard rock, metal y sus vertientes alternativas) para transmitir una filosofía de vida muy esceptica con el progreso del mundo, muy marginada de la visión idílica de la vida, aparentemente alejado del modus vivendi tan playero y feliz de bandas como Aerosmith o Van Halen, que básicamente vivían de un rock duro ligado al glam, a las baladitas, al desfase y a las groupies enganchadas a los tobillos.

En su momento inicial el Grunge (mediados y finales de los 80) pertenecía a un entorno más desaliñado, con glamour 0 y con drogas y sexo más mundanos. No negaremos que cuando se popularizó las condiciones "mejoraron" pero en ningún caso se puede hablar del mismo estatus, ni tampoco el mismo mimo en cuidar de sus estrellas. Actualmente tres figuras capitales de esa corriente han perecido: Kurt Cobain (Nirvana, 1994), Layne Staley (Alice in Chains, 2002) y finalmente el entonces cantante de la banda que nos ocupa Scott Weiland (2015). Digamos que estamos ante un grupo de bandas en los que la vida disfuncional y tropezar con la misma piedra fue y en parte es su sentencia. Eso si, como este blog trata de exponer mi valoración sobre arte, me voy a permitir hacer una afirmación tajante sobre este disco: Core, sin duda, es el disco que más me gusta del Grunge. Desde el primer segundo y en la primera escucha supo captar mi atención; y sin considerarlo perfecto, es una de esas razones por las que me mola tanto la música del año en que nací.


Shirley Temple's Pussy, Stereo Temple Pirates, Stinky Toilet Paper y finalmente Stone Temple Pilots (a la cuarta fue la vencida), fue una banda que se formó de las cenizas de una doble ruptura. Scott Weiland (cantante) y Robert DeLeo (bajista) eran dos músicos que se percataron en un concierto de Black Flag que salían con la misma chica. Lo que empezó como un enfrentamiento entre ellos dos, acabó siendo un pacto para despachar a tal muchacha y sacar provecho ya como amigos de el piso que ella se vio obligada a abandonar. Ese piso fue el sitio donde descubrieron sus gustos musicales y donde empezaron a trabajar en hacer música y después de algunos intentos fallidos, chocaron frontalmente con la respuesta... Dean DeLeo, hermano de Robert tocaría la guitarra y tras los parches se encontraría Eric Kretz, que realmente es un baterista solvente y con presencia. Si todo esto ocurriría entre 1986 y 1990, entre 1990 y 1992 vendría el trabajo de composición y hacer de su cuarto y definitivo nombre, un proyecto de futuro.

El tema del disco lo tenían claro y Weiland lo dijo largo y tendido tras su publicación; este disco tenía que ser una representación de los problemas de las personas a nivel emocional. La libertad de ser lo que uno desee ser indiferentemente de la raza, sexo o identidad sexual tenía que estar en la orden del día y para eso debían personificar diferentes lacras sociales en sus canciones (algo muy común dentro del Grunge). Con todo este trasfondo, ya podemos estar pensando que significará la canción Dead and Bloated, con la que empieza el disco. La verdad, es que esta canción es un furioso monólogo interior de Scott Weiland que de alguna forma parece remitir a la traición amorosa. La entrada vocal de Weiland a través de un megáfono parece que nos vaya a traer música de sonido disperso y de poca calidad, pero error, la batería y la guitarra entran de forma brutal para marcar un medio tiempo en el que si tienes un buen par de cascos podrás disfrutar de un sonido de bajo increible ejecutado por Robert DeLeo. Vocalmente Weiland es un prodigio lleno de furia y pasión con esos registros bajos que con los años dejaría atrás.

Sex Type Thing, es sencillamente una genialidad de canción, dura, cruda y toda una crítica contra el machismo barato. Tras la guitarra ácida de Dean DeLeo y la voz gruesa de Weiland, se encuentra una sorna a la figura del macho que se cree fuerte y que quiere cautivar sexualmente a una mujer como si fuera un objeto. Esta es una muestra de todo un escupitajo de hormonas que este disco puede hacer para demostrar los instintos más primitivos de la testosterona y ponerlos en duda. No puedo evitar verla como una chuchería adictiva musicalmente hablando. Además, es uno de mis recuerdos de infancia jugando al genial Gran Turismo 2. Siguiendo la estela de los recuerdos y el recorrido del disco, nos topamos con Wicked Garden, canción que también había logrado escuchar de pequeño y que al vincularla con esta banda dije para mis adentros: ¡Ostras! ¿Esta también es de la misma banda? Y así empezó mi relación hasta día de hoy con Stone Temple Pilots... y de eso ya hace más de 10 años.

Lo particular de este tema es su carácter un poco más alegre sin perder el crujiente de sus guitarras. El carácter feliciano del tema va relacionado a que esta canción no es una crítica, sino una reivindicación de aquella gente que de alguna forma preserva nuestra ilusión de niños en la vida y con la que podemos ser inocentes, ya que nunca sacarían provecho para hacernos daño. No Memory, resulta ser una cálida entrada instrumental que da paso a Sin, la que considero una de las grandes canciones del disco. En ella podemos percibir la figura de una persona que siente que los pecados que ha cometido y que sigue cometiendo, no tienen redención. Es de esas canciones que en los buenos discos ocupa un sitio en el centro y que tiene un sonido y una letra muy profundos y ¡coño! es muy efectista y me eriza los pelos de la nuca como la música transmite lo que dice. Instrumentos y voz emanan densidad, tensión y corazón, aunque sea negro y podrido.

En cambio si queremos un chorro de refrescante vida, para eso está Naked Sunday. Típica canción concebida de puta madre y que te da un chute de vitaminas con esos ¡Aaaah, oooohh! y la guitarra llena de flanger, que le da ese sonido efecto guarro o efecto barro que nos hace revolcarnos en la euforia. Pero que es un disco Grunge sin su balada sobre el marginado, si sois listos sabréis que os estoy avisando que este es el momento reflexivo ¡subamos mecheros! Creep, es de esas canciones carne de cañón de lo que era MTV Unplugged y como no, lo fue. Guitarra acústica y voz afinada para demostrar que aparte de destripar el alma Scott Weiland tiene su voz pura lista para que le vuelen un par de braguitas en el concierto. Dejando de lado mi humor de frustrado, debo decir que la poesía en la letra de esta canción está muy bien elaborada y traducida tiene un poco de fondo, de significado interesante. Ahora no os engañaré, aunque me gusta mucho, es la canción con entidad que me parece menos genial, por decirlo de una forma entendible (porqué las instrumentales cortas valen más como intro).

Piece of Pie, me parece una continuación de lo que ofrece Sin pero de una forma menos emocional. Y no me refiero a que no haya emociones, sino que es algo más como un loco con una recortada con ganas de arrasar el mundo. Por lo que dicen sus letras podría ser sobre alguien harto del mundo o de un drogadicto que va viendo su desgaste debido a su consumo. En lo instrumental destacaré la gran presencia del bajo de Robert DeLeo, tan arenoso, tan duro... Bueno, doy paso a Plush y ¿que decir? Es el himno del disco, la canción que le dio la fama y fortuna y encendió la mecha para que haya vendido casi 10 millones de copias (tal vez voy hasta desactualizado y todo). Esta canción se inspiró en la aparición de el cadáver de una chica joven por las cercanías de San Diego (sitio de origen de la banda). Pero la canción toma a esta víctima y le suma un plus de soledad, ya que Scott Weiland también quería hablar de la soledad. ¿Suicidio? ¿Una amante posesivo? ¿Venganza? La chica es una metáfora de la muerte tras un amor fallido, tóxico y decpcionante.

Wet My Bed es el momento más raro del disco en el que Weiland parece imitar a un tio colocado (¿o tal vez no lo imitaba?) pero pasa para que Crackerman nos regale otro momento de desenfreno. En ese momento Weiland aún no se podía considerar adicto a la heroína y seguramente quería hablar de la vida y sensaciones de un drogadicto o de un vendedor de droga que se ve envuelto incluso en la vida delictiva. Canción que va al grano y que sin ser de las que más me gusta, da un resultado muy satisfactorio, Y por fin mi favorita del disco, Where the River Goes, que de alguna forma se queda atada a la más lejana When the Levee Breaks de Led Zeppelin. Me parece tan profunda, tan intensa y con un compás tan doloroso que cuando me paro a entender su letra, simplemente la adoro. Habla de la poca fortuna de un hombre que se deja arrastrar por la vida y que se lamenta que si fuera más de esto o lo otro podría cumplir sus sueños, pero se mantiene impasible y llorando, cuando vive paralizado sin poner remedio y dejando que el rio le arrastre y por eso el se pregunta ¿donde va el río? El solo hay que amarlo, es tan bluesero y tristón que toca el alma, mis dieses.

Core es el disco que me hace sentir el clímax emocional del Grunge, hay discos más experimentales y exóticos como Badmotorfinger o más irónicos como In Utero de Nirvana o más equilibrados entre lo muy duro y lo muy emocional como Dirt de Alice in Chains. Pero con dos cojones este es el disco más asilvestrado de la selección y el que se toma más a pecho el enfado con la sociedad del momento, con el conformismo y el arrastre, con los estigmas y desigualdades arrastradas toda la vida. Vicios y zonas de virtudes se unen en un disco que no es perfecto por detallitos y que está soplándole la nuca a la excelencia.

Nota: 8,8

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