domingo, 5 de julio de 2020

Crítica: Divine Intervention de Slayer (1994)

Toda banda mítica en esto de la música se puede decir que tiene su época dorada, su momento de gloria compositiva en el que parece que ninguna canción mala podría nacer de las mentes de ese equipo de personas. En algunas, ese periodo es más breve y en poco tiempo se empiezan a notar las costuras desgastadas de lo que antes eran tapices de complejo entramado. En otras, saben conservar su factor X durante alguna década para luego deshincharse y cada tiempo indeterminado saltar con algún recuerdo de aquello que les llevó las masas a su puerta. Pero hay veces en esta vida que el tiempo coloca a ciertos discos por debajo del radar y si bien todo fan recuerda la “era dorada” y la “formación clásica”, todo lo que sale de ahí parece un nivel opcional de un videojuego que mucha gente se salta.

Divine Intervention sin duda cae en esa categoría, ya que si bien he podido ver unas cuantas críticas a lo largo del tiempo hablando de él como un disco tapado, la realidad del mismo es bastante más compleja de contar. Para ello nos debemos situar en 1992, cuando el baterista Dave Lombardo (que llevaba con ellos desde la formación de la banda en 1981) abandona la agrupación debido al nacimiento de su primer hijo y a no poder estar en ciertas fechas clave. En ese momento es sustituido por Paul Bostaph (ex-baterista de la banda Forbidden) que tras un casting en el que sólo cometió un error tocando Angel of Death (¿hace falta recordar lo que es tocar una canción de Slayer con la batería?), fue aceptado y el baterista se comprometió a seguir incorporando en su estilo aquello que era clave en la ejecución de Lombardo.

Cuando en agosto de 1992 actuarían en el festival Monsters of Rock de Donington, Bostaph ya estaba perfectamente acoplado a las guitarras de Kerry King y Jeff Hanneman y a la voz y bajo de Tom Araya; el nuevo, estaba degustando la cresta de la ola de la banda. Pero paralelamente la escena del heavy metal estaba evolucionando bastante por entonces y las vertientes groove, alternativa/grunge, death y progresiva del género estaban al alza con bandas como Pantera, Soundgarden, Death, Alice in Chains, Dream Theater o Tool. Slayer estaba planteándose como enfocar su sonido ante las nuevas tendencias y a parte tenían a la discográfica American Recordings de Rick Rubin inquieta porqué no publicaban material de estudio nuevo desde el aclamado Seasons in the Abyss (1990).

Jeff Hanneman, Kerry King, Paul Bostaph y Tom Araya

Recordar lo que uno es, para seguir el sendero

Para empezar este párrafo citaré unas declaraciones de Paul Bostaph en 2016 sobre el periodo de Divine Intervention: “Recuerdo estar sentado con la banda hablando de que la discográfica quería que hiciéramos algo un poco más comercial, ya que Metallica había hecho The Black Album (1991) y Megadeth había hecho también uno antes que nosotros. A mi siempre me ha gustado verlo como dos direcciones, puedes ir a la derecha y ser de la vertiente más accesible o puedes ir a la izquierda y ser de la más heavy. Slayer decidió seguir siendo Slayer, es decir, ser heavy”. Con ese principio claro en 1994 se fueron con Toby Wright (productor) a grabar nuevo material que representase a la banda.

Pol Pot (1925-1998)
Según Tom Araya llegaron al estudio ya con material para 7 canciones y 3 de ellas ya estaban terminadas, siendo la ocasión con la que iban con más material preparado para las sesiones de grabación. A parte, según el propio bajista y cantante, la inspiración de las letras para este nuevo disco se centraba más en el mundo real y personajes siniestros que lo habitan, habiendo tomado mucha nota de ello a través de lo que se emitía en la televisión o rememorando eventos históricos. Ya en Killing Fields, la letra hace referencia al dictador camboyano Pol Pot que habría sometido a Camboya a una de las épocas más sangrientas no sólo en su país, sino del mundo entero entre 1975 y 1979. 

Siendo el secretario general de los Jemeres Rojos entre 1963 y 1981, acumuló una cifra que ronda los 2 millones de muertos bajo supuestos principios de comunismo y pureza, por los cuales la industrialización, la occidentalización y el bilingüismo eran considerados delito. Los “killing fields” serían el equivalente a los campos de concentración a los que Pol Pot sometía a buena parte de su población. Si nos fijamos en este tema a nivel instrumental, ya la propia intro de Bostaph parece una explosión de bombas racimo que abre a un riff bastante macabro de guitarra y que se acompaña de la metralla de doble pedal que el batería impone a sus parches y platos. 

Tuol Sleng, colegio convertido en carcel y centro de tortura en la era de Pol Pot

Varias progresiones en el ritmo suceden antes de que Tom Araya haga su presencia vocal y demuestra que en menos de cuatro minutos que dura el tema, se puede estructurar algo complejo. Como advertencia para el resto del disco, los solos de Slayer trabajan más con elementos atonales y una cierta abstracción frenética que pone en mente del oyente la barbarie que la canción quiere representar. Sex. Murder. Art. sigue con esa senda de locura con un sonido agrio y nervioso de guitarras y batería representando el concepto que Araya plasma en las letras, el secuestro y sometimiento de una víctima a sexo violento. Este agitado y perverso tema no tiene solos de guitarra, pero compositivamente no lo hace peor, ya que se ciñe al espacio justo y necesario (ni 2 minutos) para exponer su idea de forma ruda y sin adornos.

Fictional Reality de inicio puede parecer un tema “bueno por guión” de Slayer: ágil, con su buena dosis de galopante doble bombo en la batería y Araya escupiendo letras con mala leche. Se quedaría como una canción de impás interesante si no fuera porque en el minuto 1:40 nos regala un break de algo más de un minuto con muy buenos riffs y una suculenta parte solista, ese elemento me la eleva a un muy buen tema que quiero escuchar en cada repaso que le doy al disco. La letra escrita por Kerry King trata sobre su concepto de gobierno mentiroso y corrupto que funciona dentro de una democracia desgastada, creando una realidad ficticia en la mente de unos ciudadanos demasiado superficiales para soportar la realidad auténtica.

Fuertes recuerdos de Reign in Blood (1986) me vienen en los primeros compases de Dittohead, que me parece muy parecido al esquizofrénico tramo final de Postmortem de ese mismo disco. En temas como este creo que es más fácil percibir las influencias punk del thrash metal, aunque con una dosis de técnica mucho más perfilada. En este caso King nos habla de los problemas de un sistema de justicia que permite que los delincuentes se puedan aprovechar de los agujeros legales o puedan promover ideas destructivas para el propio sistema. El guitarrista se inspiró en las ideas políticas de Rush Limbaugh (político conservador estadounidense) que también consideraba que “los ricos están penalizados por saber como hacer dinero”.

A continuación tenemos Divine Intervention, qué es el tema más extenso del disco y aunque es bueno, es el que hasta el momento menos me atrae. Si bien su estructura está bastante desarrollada y tiene algún riff potente o sección tranquila más lúgubre, considero que peca de no ser un poco más conciso en sus ideas y en que la parte vocal de Araya sin ser mala, me parece muy chillada y poco llamativa. Sus puntos fuertes no me harían saltarla, pero tampoco es que me ponga este disco para escuchar específicamente esta composición. La letra de la canción, escrita por toda la banda se basa en el relato de la película Fire in the Sky (1993).

Este film está basado al mismo tiempo en el libro The Walton Experience (1978) en el que se relata un supuesto encuentro y abducción real por parte de los extraterrestres a su autor, Travis Walton, cuando volvía de trabajar en coche por el bosque de las White Mountains (Arizona) junto a cinco compañeros más. Estos, que verían desaparecer a su compañero y no encontrarían su cuerpo, fueron a denunciar lo sucedido, siendo en principio tomados por culpables. Finalmente al cabo de unos días, Walton aparecería en una gasolinera de la zona desnudo, deshidratado y diciendo incongruencias. Circle of Beliefs nos pone desde el primer segundo con una banda con la motosierra guitarrera encendida. Cero concesiones pero con algún aliciente interesante.

Dejando de lado la alocada fórmula solista que King/Hanneman van soltando, los cambios en los minutos 1:54 y 2:35 son la salsa que le pido a un buen tema de Slayer, ya que si la composición va durar más de tres minutos permite que esta respire y tenga algún factor sorpresa en su tempo y riffs. Luego en los minutos 3:26 y 3:57 deciden agitar un poco un nido de avispas para darle emoción, haciendo que Bostaph se tenga que aplicar con crudeza a la mezcla. Líricamente la canción me resulta muy interesante ya que habla de la desacreditación y conflicto entre religiones, cuando entre ellas hay el mismo nivel de evidencia de que su dios exista. 

Reinhard Heydrich "El carnicero de Praga" (1904-1942)
Igualmente por como se expone la letra, a cualquiera de nosotros esta canción nos puede servir como un mensaje de no ser cerrado de mente, ya que hay muchas formas de ver la vida y tal como el sistema muchas veces nos tiene engañados a la hora de mostrar la realidad, puede ser bueno tener más ángulos desde los que mirarla. SS-3, en cambio hace referencia al tercero en el Reich de Hitler, Reinhard Heydrich, y a como este recibiría un intento de asesinato en Praga por el equipo de agentes del gobierno checoslovaco en el exilio liderado por Jan Kubis y Jozef Gabcik. Heydrich finalmente fallecería debido a las heridas mal curadas del atentado, que le indujeron a un coma y luego a su muerte. 

Como venganza, Hitler iría tras los agentes encargados de la operación, que serían delatados y que estaban heridos y refugiados en la iglesia de San Cirilo y Metodio en Praga. Eso llevó a la inteligencia nazi a asesinar a los agentes y varios ciudadanos checos más en la iglesia, además de destruir las poblaciones de Lidice y Lezaki donde consideraban que podían haber ocultos muchos más agentes separatistas checos, cosa que finalmente resultó ser falsa. Musicalmente lo que hace interesante este tema es como Paul Bostaph va jugando rítmicamente con los riffs y encajando redobles diversos, cosa que demuestra su compromiso en descomponer y reconstruir de forma variada el tempo como hacía Dave Lombardo.

La ciudad destruida de Lidice (antigua Checoslovaquia)

Serenity in Murder entra en escena con otro de los riffs de carácter maligno con sello de la casa. El headbanging se apodera de nosotros con su machacón segundo riff y un redoble caótico de batería que abre a una de las particularidades de la canción. Las primeras estrofas de cada sección cantada por Araya, tienen un cierto rollo grunge cantado con un tono “depre” muy típico de la época de los años 90. La calidad de los riffs y solos en esta canción es muy destacable, al igual que el trabajo en los parches. La temática es bastante siniestra, ya que nos habla de un personaje que encuentra la tranquilidad matando a gente, pero al mismo tiempo nos habla de la mirada de paz que tendría la víctima al ser ejecutada.

Saliéndose un de lo típico y construyéndose poco a poco tenemos 213, una de esas composiciones que prefiere ser estable de velocidad y centrarse en el ambiente de la misma. El número que da título a la canción hace referencia al número de habitación del apartamento que tenía Jeffrey Dahmer (asesino serial y caníbal muy prolífico entre los años 80 y 90) en Milwaukee, Estados Unidos. En esa habitación de los Oxford Apartments, el asesino cometió gran parte de sus homicidios y en la canción se busca hacer referencia a ello y a las necesidades atroces que podían haber en la mente de tal personaje. La casualidad más turbia tras esta canción es que ni dos meses después de ser publicado el disco, Dahmer moriría asesinado por un compañero en el Correccional de Columbia, Wisconsin (noviembre de 1994).

Jeffrey Dahmer entrando en el juicio (sobre 1991-2)

Mind Control cierra el disco de una forma absolutamente satisfactoria, entrando con un riff que me pone la piel de gallina. La batería es demoledora y no me hace echar de menos la excelente mano de Lombardo, demostrando que Bostaph era sin duda el reemplazo perfecto para esta banda. Respecto a la letra escrita entre Araya y King hay dos teorías, una que hablaría sobre el control mental ejercido de una persona o entidad demoníaca a otra persona; o del control que ejerce el abuso de las drogas sobre la mente. Sea como fuere, la descripción que emana esta lírica de los dos músicos me parece realmente buena, encaja con el tono de la canción y me recuerda a las emociones vividas en el clímax compositivo de la banda entre mediados de los 80 y 1990. 

Legado olvidado

Cuando este álbum se publicó en 1994, fue el que mejor acogida recibió en todos los años de carrera que llevaban hasta entonces Slayer. Número 8 en Estados Unidos, posición 15 en Inglaterra, 10 en Suecia; el recibimiento era claramente bueno y la espera había ampliado un poco el nicho de fans de Slayer (que hemos de entender que no era la más accesible de sonido de las bandas clásicas del thrash metal americano). Pero entonces ¿qué ha mermado su recuerdo con el paso del tiempo? Primero, el hecho de que es un disco muy metido en la década de los años 90 y había otras bandas del género que estaban causando mayor ruido e impacto como Pantera o la jovencísima Korn. Eso hace que se analice el pasado más por aquello nuevo que definía la década, que por las “viejas glorias” haciendo trabajos notables.

Al mismo tiempo, discos como Youthanasia de Megadeth (1994) han quedado más a la memoria ya que la banda en cuestión había hecho anteriormente en Countdown to Extinction (1992) un buen ejercicio de masificar su número de fans. Lo segundo creo que va ligado a el hecho de la marcha de Dave Lombardo y la mitificación de la formación clásica. La entrada de Bostaph en los 90 no fue tan mal asimilada entre los fans, aunque estos pudieran añorar al anterior batería. Pero muchas veces con la distancia del tiempo y el reanálisis de los medios de ciertas bandas, tanto críticos de música como fans menos duchos en el catálogo reivindican lo que por guión se considera mítico, en este caso, toda la discografía hasta el Seasons in the Abyss (1990).


Finalmente, por los comentarios de Kerry King y Tom Araya, se le atribuye a este disco una fama de producción sonora mala, sobretodo en la mezcla. Y si, puedo confirmar que hay ciertos defectos en algún momento del disco que hacen que alguna parte de voz, guitarra o batería parezcan de una demo añeja o también podemos plantear que el bajo necesitaría un poco más de presencia. Pero no me parece que estemos ante un caso bochornoso, lo que se escucha suena bastante bien separado y el tono con el que suena el disco le otorga una crudeza que pega con el contenido del mismo. En definitiva, que aunque se le pueden hacer ajustes al sonido, no hay nada que me parezca un auténtico drama.

Divine Intervention me parece el último disco de la etapa más histórica de Slayer, en el que si bien no estamos ante la cúspide de su creatividad, sí que veo que se hizo todo lo posible para mantener el encanto de anteriores entregas aunque fuera sustituyendo un miembro icónico o tirando un poco más de los relatos reales de violencia, corrupción y psicopatía de la humanidad. Puede tener algunas taras y en su momento no resultar el álbum más innovador que podían presentar, pero en un momento como el actual que tenemos tanta facilidad por redescubrir los clásicos, las canciones de este disco pueden formar parte de cualquier playlist de calidad de Slayer.

Valoración: 🌟🌟🌟🌟 (Muy bueno)

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