Hacia 1988 la banda iba escalando en el éxito tras ser añadida en el tour del Monsters of Rock y con la publicación de So Far, So Good... So What (1988) que aunque no llegaba a las cotas de Peace Sells (1986), seguía ampliando el sello de la banda. Pero ciertamente en el seno de la banda, lo que se puede calificar como estabilidad no había, ya que ni Dave Mustaine había logrado hacer una formación estable para la banda, ni Ellefson parecía andar por el camino correcto enfrascado en las drogas. Como esa situación se debía acabar y terminar con los conflictos entre Mustaine, Jeff Young (guitarrista solista) y Chuck Behler (baterista), este primero los echó y puso a Nick Menza en los parches (siendo este el técnico de batería de Behler) y hacia 1989, entró Marty Friedman, un guitarrista de gran virtuosismo, pero al que Mustaine obligó a cambiarse el peinado glam.
Pero las cosas no se terminaban ahí, ya que debemos pensar en que contexto vivió Megadeth durante la composición del disco y mentalmente no nos podemos despegar de ...And Justice for All (1988) de Metallica. La razón de esa asociación es clara, Metallica buscó y encontró su pico técnico en ese álbum y Megadeth, que con enorme orgullo e ira se rivalizaba con la banda (por razones que si no sabéis, las expondré en próximas críticas de esta banda), quería mostrar con soltura y floritura como podían pasar por la trituradora lo mostrado por los entonces lideres de la Big 4 (los cuatro grandes del thrash metal). Entre 1989 y principios de 1990, se centrarían en componer a la bestia que hoy tenemos entre manos con el objetivo de ser feroces, ser críticos con la política y ser más técnicos que nadie. Lo que ocurre, es que otra gran banda publicaría un disco legendario unos pocos días antes, Painkiller (1990) de Judas Priest, configurando en mi mente el que llamo el Septiembre Feroz del 90.
Un día antes de la publicación del disco, Megadeth presentaba el single de Holy Wars... The Punishment Due y me imagino que sería un impacto brutal desde el primer segundo. Esos tripletes de notas feroces que inician el rapidísimo punteo que tiene esta canción. Canción inspirada en los conflictos del norte de Irlanda que se prolongaron entre los años 60 y los años 90 del siglo pasado. La religión y el republicanismo formando parte de un conflicto que se llevó por delante a 3500 personas en ese periodo. Musicalmente ya se palpa esa tensión que Dave Mustaine infiere con su nerviosa guitarra y sus ácidos versos. Pero la canción hace un corte y pone una velocidad más lenta y un sonido más duro, Nick Menza tras los parches brilla. Entonces, se abre la caja de truenos y se alternan los solos estratosféricos de Dave Mustaine y Marty Friedman. ¡Que sensación tan placentera! Llevan su velocidad al clímax para luego volver al tema y recibir más densidad por parte de la batería. Una de las mejores composiciones del heavy metal sin duda.
Sin ningún respiro tenemos Hangar 18 y en esta más que la velocidad (que también), lo que destaca es la parte más puramente melódica. Con esas notas agudas y ácidas de Mustaine, la melodía toma ese extraño estatus de himno de protesta casi como las canciones punk, pero con un sobradísimo nivel técnico. A partir del minuto 3, casi todo son fuegos artificiales y espectacularidad; los momentos Paganini pero en guitarra se mezclan con esos retumbos casi primitivos de la batería de Menza. En esos puntos más tribales y graves es donde más se nota el esfuerzo de Dave Ellefson con el bajo, que es incesante. La canción, que de nuevo es de una enorme maestría habla sobre las conspiraciones alienígenas que corren alrededor del Hangar 18 (Ohio), donde se supone que se escondieron varias naves extraterrestres aparecidas en Roswell hacia 1947. Y otra vez sin reposo entramos a Take No Prisoners, que directamente se hace una parrillada del ...And Justice for All (1988) de Metallica.
Y es que me disculparéis la falta de seriedad en el siguiente comentario, pero hasta ese momento todo lo que había sacado Metallica era legendario, eso si, si Megadeth unía sus astros y sacaba uno de sus discos "buenos", dejaban un escalafón por debajo a los de Metallica. Ya que si en Blackened del disco de Metallica (que es sin duda una de sus canciones más técnicas) las notas van muy sincopadas y a cuchillo; la canción de Megadeth se muestra más serpenteante, rabiosa y exprimiendo los tiempos con solos intercalados de muy buena factura. La letra es muy violenta, haciendo referencia al no respeto en guerra a la hora de tomar prisioneros, ya que todos debían ser aniquilados. Se nota que en este disco Mustaine estaba realmente inspirado al componer, al dar letras y al cantar, ya que para este disco exprimió todo el rango que podía dar y de una forma muy bien entonada.
Con Five Magics y Poison Was the Cure cumplen la función de lo que llamo "interludio de poder". Es decir, son dos canciones del disco que ya se ubican en la parte media del disco y que estilísticamente están muy parejas. Aunque la primera de ellas haciendo referencia a la búsqueda de las magias secretas y su invocación a través de una especie de divinidad oscura, tiene un increible poder. Su pulso y entonación la hacen una de las que más recuerdo cuando acaba el disco. Pero es el increíble punteo a partir del minuto 4:45 que como un rayo avanza para rematarse en un solo; el que me lleva a una especie de éxtasis musical indescriptible. La segunda, es algo más parecido a una exhibición de fuerza por parte de Dave Mustaine, ya que su complejísimo riff destaca entre unas letras cantadas muy rápido.
Lucretia, es por otro lado la canción que hace una ruptura más clara con todo lo anterior, ya que nos presenta una construcción donde prima la melodía y las escalas por encima del punteo monocuerda/acorde. Cuando aprendí esta canción con la guitarra, pude percibir una especie de virtuosismo mágico que no he visto en otras bandas de thrash metal. La rotura para entrar en los solos (ya que son varios unidos) me fascina y la terminación de la canción, con esa derivación del riff principal es tan arácnida (por la postura de los dedos en la guitarra) como satisfactoria. Tornado of Souls, sigue la estela melódica de la canción precedente pero hasta elevarla a unas cotas de excelencia, que si ya de por si el disco deslumbra por su contenido, en este caso, estamos ante un brillante y solemne astro de la inspiración. A nivel vocal trabajadísima y muy bien entonada, unas guitarras melódicas a ratos herederas de Iron Maiden y un solo que solo lo puedo considerar una obra maestra con ese buen gusto que sabía aportar en su mejor época Marty Friedman, un genio.
La pieza que menos me gusta de todo el conjunto es Dawn Patrol, lo que ocurre es que no sabía que una canción así podía sonar tan cojonudamente bien y a la vez rara en la versión en vinilo. Esa voz casi gutural de Mustaine junto al bajo de Ellefson es una pequeña entradilla siniestra para lo que es el tema homónimo. Rust in Peace... Polaris, es el cierre ideal para un disco como este, con los motores carburando a buen ritmo. Un riff que me gusta, un cierto punto de dramatismo y a la vez chulería, toques de progresivo que se hacen más patentes en esta canción. El tema trata sobre el terror nuclear y en este caso, como Mustaine desea que se esa bomba jamás sea utilizada. El toque de batería de Nick Menza, sobretodo ese ágil toque de ride le añade un punto de urgencia y nervio a la canción.
Encima después del solo en el minuto 4:24, llega una de las partes más admirables y divertidas a nivel rítmico de todo el disco. Sinceramente, me parece la dosis de mala ostia ideal para dar por finiquitado el disco.
Conclusiones
Las conclusiones de este disco me llevan a pensar que aquí fue cuando los astros se juntaron para Megadeth. Con un merecido estatus de disco legendario, estamos ante uno de los discos más compactamente elaborados de toda la escena del heavy metal. Por poner una tara a este trabajo, Dawn Patrol es un tema que personalmente me parece bueno sin más, aunque se acopla perfectamente por su aura oscura. En la evaluación de este disco hemos participado dos analistas, Adrià Calvo y yo mismo; y no podíamos estar más de acuerdo en que este disco resulta hasta más impactante que otras de las consideradas "obras maestras del thrash", sea Reign in Blood de Slayer, Master of Puppets de Metallica o Among the Living de Anthrax. Podríamos decir que ese nivel de impacto y aceptación se debe a que dentro de lo que es el thrash, este disco sabe ser violento y técnico, pero a la vez muy elaborado melódica y rítmicamente. La obra maestra del heavy de los 90.
Nota: 9,2
Tremendo álbum y te doy toda la razón fue y sigue siendo la mejor obra del Thrash Metal
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