martes, 2 de junio de 2015

Crítica: Sticky Fingers de The Rolling Stones (1971)

Mérito, muchísimo mérito tiene que unos tíos hayan aguantado las mil capeadas del mar musical para estar más o menos siempre erguidos sobre la ola. The Rolling Stones es sin duda un ejemplo de unos músicas que a parte de sus valores morales, sacaban una música de puta madre que pervivía décadas. Claro, no siempre se podía ser número uno y a medida que pasaban los años, los rivales iban tomando diferente aspecto: The Beatles, Led Zeppelin, Michael Jackson (primero más oscurillo, luego más blanquito), los corrientes alternativos de los 90. Con mirar todo el trecho de años que han vivido, la música que han compuesto, las groupies que se han beneficiado (y que sorprendentemente se pueden beneficiar), las giras, las marchas y entradas de miembros... es como un barranco legendario que si remontas atrás parece que no pueda ser tomado de otra forma que como algo mítico. Pero chorradas a parte, estos tíos son bien humanos; muy, muy humanos y por esa razón me gusta su arte, pero no los idolatro demasiado.

Para este disco debemos situarnos en 1969, dos años antes de su publicación, cuando poco después de la salida de Let It Bleed (1969) Mick Jagger y Keith Richards ya estaban componiendo canciones para el que sería el sucesor de tan gran obra. Las grabaciones y composición se alargarían entre diciembre de 1969 y enero de 1971, cosa que para aquella época era una barbaridad ya que los músicos de éxito se sacaban más o menos un disco por año. Todo ese tiempo sirvió para elaborar las canciones de este disco que hoy veremos y parte del contenido del siguiente, el clásico Exile on Main St. (1972). Y es que esta etapa en la que se encontraban los Rollings sería considerada la más potente musicalmente con los años y ya empezando por Beggars Banquet (1968). ¿Porqué es su mejor etapa? Pues debido a que en estos 4 discos iban a consolidar su estilo más distintivo con grandes clásicos. A diferencia de The Beatles, estos tipos eran más rockeros y Keith Richards era muy forofo de Chuck Berry (es decir, rock'n'roll en vena).

Otros dos factores determinantes para la banda en ese momento eran la salida de Decca Records para montar su discográfica a su manera y la entrada de Mick Taylor en la banda. Lo primero, les daría alas para hacer los discos a su manera, pero a la vez les dejaría un poco despojados ya que sin saberlo y por contrato les habían cedido los derechos de los discos de los 60 a su exmanager Allen Klein y a la discográfica ABKCO Records. Por otro lado, Mick Taylor sería un gran aporte a la banda enriqueciendo su sonido en la parte de guitarra. Ya había participado tímidamente en el anterior disco y aquí iba a desplegar todo su potencial solista. En resumidas cuentas tenemos a unos músicos de incalculable talento sumidos en una especie de bancarrota que con el tiempo se volvería más grave. En esos tiempos de adversidad ellos se plantearían temas bastante oscuros de los que hablar en sus canciones, simple y llanamente porqué formaban parte de su entorno y a la vez por su estado decadente como personas; lidiando adicciones, deudas, conflictos...


Por aquellos años, el entorno musical estaba viviendo sucesos relevantes que podemos decir que marcaron lo que este disco es. En primer término la separación de The Beatles en 1970 dejaba a los Rollings como el coloso del pop/rock superviviente. Se acabaron las supuestas rivalidades y en principio parecía que se quedarían con gran parte del monopolio de mercado. Pero el otro gran hecho musical, fueron los enanos que estaban naciendo y que estaban dispuestos a arrasar en el mercado. El hard rock de Led Zeppelin o Deep Purple había entrado por la puerta grande y claro, Mick Jagger y Keith Richards lo tendrían en cuenta, eso si, sin perder su sonido distintivo. Podemos decir que de tanto les sirvió todo lo que aprendieron en esta época de su entorno, que el material que escribieron en la misma incluso lo usarían unos 10 años después. Todo, incluso lo que se quedaba en la recamara parecía tener potencial y calidad, por esa razón lo que salió a la luz en el disco ya es amenaza con ser realmente bueno.

Y no es que hable por hablar con todo lo dicho, es que desde el primer momento ya se ataca con un temazo de hard rock. Brown Sugar hace estallar la polémica desde el primer momento ya que habla de una chica negra mezclándolo con un montón de tópicos raciales, temas fuertemente sexuales y sado. Musicalmente el sonido de guitarra es más limpio que lo visto en otras bandas de rock duro que le echaban bastante distorsión a la seis cuerdas. Aquí tenemos una receta más tradicional mezclada con mucho blues y Rock 'N' Roll. El piano y el saxo tenor le dan mucho más color a la canción y hacen que el punzante riff de Richards quedé muy remarcado. A media canción, la voz de Jagger y los instrumentos nombrados absorben el sonido de guitarra y juguetean hasta que la canción llega a su fin con un cierre muy tradicional. 

Para el segundo tema se relajan las máquinas y surge una balada más cercana al blues y al folk con Sway. Mucha gente destaca la canción que abre el disco como una grande, pero personalmente me quedo con esta. Eso se debe a que es muy emocional y como si fuera una barca, la voz llena de sentimiento de Mick Jagger navega sobre el mar de piano plácida pero decididamente. La guitarra de Mick Taylor en su vertiente solista es una maravilla que anuda en la garganta tanta pasión y buen gusto que deja el término de la canción por todo lo alto. Este tema fue escrito por Taylor y Jagger cuando Richards no estaba presente (no aclaran si físicamente o es que estaba ido por las drogas). En el trataría sobre la mala vida y dejarse arrastrar por ella, que en parte era lo que estaban viviendo los integrantes de la banda en aquellos momentos. Dulce, pero descorazonadora.

Y más tenían que bajar las revoluciones con Wild Horses, otra balada de esas reflexivas pero compuestas con una gracia indescriptible. Tan sencilla que aparenta ser esta canción, está dotada de unos acordes y punteos de guitarra tan brillantes que desatan la vena más melancólica de un servidor. La entrada de la guitarra solista de nuevo le da un aire folky muy vistoso, como si fuera una gema por pulir, que en verdad pide no ser más traginada. Otra de las grandes composiciones que hicieron los Glimmer Twins (Jagger y Richards) en su época de esplendor. Me parece tan pareja en calidad a la anterior que hace que me sienta absolutamente eufórico por el contenido del disco. Y es que aunque todo aparenta simplicidad, hay un fondo instrumental constante que va enriqueciendo el resultado final. La canción trata sobre la idea de verse obligado a ser caballos salvajes que van de gira por el mundo a tocar aún cuando no lo desean.

Pero el cenit lo tocan con Can't You Hear Me Knocking, una canción plenamente hard rock y con un riff muy distintivo. La primera vez que la escuché fue en su versión del Guitar Hero II y la verdad al principio se me hizo extraño escuchar la voz original del Mick Jagger. Pero luego entendí la gracia, la original es mucho más bandarra y tiene unos coros más divertidos. Esta canción también juguetea con la música jazz en su parte instrumental. El saxo de Bobby Keys es brutal y le da un montón de ambiente y es que aquí esta el secreto, que en principio nada de esto estaba previsto. El jam instrumental que suena en la canción lo sacaron de improvisto y la cinta seguía grabando y vaya la joya que quedó del conjunto. Esta afirmación hecha por Keith Richards en 2002 y otras declaraciones de Mick Taylor daban a entender que decidió seguir tocando y que al ver que no habían parado la cinta, el resto de músicos se unieron a la fiesta, eso pasa en el minuto 4:40.

La quinta canción del disco y última de la primera cara del vinilo es You Gotta Move, cover de la canción de 1965 de Fred McDowell. Podemos decir que es un tema que bebe mucho del spiritual y del gospel, pero su sonido es claramente country clásico. Es un añadido más simple que habla sobre como Diós es quien marca el destino final de la persona. Tal vez, hace referencia a llevar una vida de pecado y su redención... ¿eh, señores Jagger y Richards? Pero vayamos a la materia fina y a la segunda cara del disco con Bitch. Una canción ruda de hard rock bluesero de ese que va muy marcado por el riff. Aunque puede sonar al principio repetitiva, nos vamos a quedar con su sonido macarra y su instrumentación de viento que acompaña y que la hace más densa. El solo de Keith Richards no está mal pero no es de los más brillantes de su carrera.

Tiramos a los tonos más depresivos con I Got the Blues. Que en inglés no significa "tengo el blues", sino algo así como "me siento deprimido. Es evidentemente un blues (por si algún despistao dormido necesitava una vez más la palabra para enterarse) y en el destaca su ritmo pausado, de balada dramática muy acentuada por las entonaciones de Mick Jagger. Siempre he pensado que todo el bombazo de Bitch, la parte central del disco es la más floja ya que no despierta emociones tan fuertemente. En cambio, a partir de Sister Morphine la tendencia cambia. La canción en primer término no es muy resultona, pero es de esos temas que tomando aire y dejando que respire con sus sutilezas y su letra. Después de una disputa legal, se le reconoció a Marianne Faithfull su colaboración en la canción. Evidentemente, la canción hace honores a la alucinógena morfina.

La contradicción entre un sonido positivo y los temas oscuros choca en Dead Flowers. El sonido de guitarra nos podría recordar a los Creedence Clearwater Revival con la guitarra solista de Taylor, el teclado de Ian Stewart y los coros de Richards dan mucho color; todo ello influido por Gram Parsons, amigo de Keith Richards. Las letras son otro cuento que hablaría de la sensación de inyectarse heroina. De esta canción Mick Jagger siempre dijo que vocalmente Keith Richards se adapataba mejor al estilo de la mismo. Y la gran sorpresa y siempre grata espera al final del disco, Moonlight Mile. La que considero la gran obra maestra de este disco, tiene un sonido muy dulce y triste a la vez, es como el final por todo lo grande de una feria que ha sido hermosa pero que como todo, tiene su fin. Esta canción nació en una sesión nocturna entre Mick Taylor y Mick Jagger y hablaba de esa sensación de cansancio en la vida por carretera y no querer salir a actuar.

Siempre han negado cualquier relación con las drogas en este tema, pero cuando suelta la frase: "When the wind blows and the the rain feels cold, With the head full of snow..." parece que hace una metafora a estar encocado, La parte de cuerda de Paul Buckmaster, demuestra unos arreglos muy lógicos y bien hilvanados con la parte sencilla de guitarra acústica. El piano de Jim Price sigue esa tendencia tan elegante en las baladas de los Rollings, esa que me hace pensar que el rock con teclados merece totalmente la pena. Pero ahora creo que debería reflexionar en un par de párrafos sobre la importancia de este disco y que podemos extraer a nivel de estilo de él. Evidentemente, no me voy a parar en chorradas sino en comprobar si dentro del estilo de la banda que pasos da y su situación dentro de la discografía de la misma.

Digamos que el parir este disco fue el resultado de una cocción lenta, pero el símbolo de una etapa que iba desde 1969 hasta 1971. La banda había vivido en primera persona el ostión de la cultura hippie con el festival de Altamont. En él, los Hell Angels hacían de seguratas y durante la actuación de los ingleses, un chico fue asesinado por uno de estos moteros que se encargaron de la seguridad del evento. Eso unido a que empezaba una nueva década con nuevos contendientes al frente, se acabó tornando en una nueva etapa para los londinenses. De todo ello podemos ver un disco que da grandes retazos de hard rock, con una base muy blues y grandes momentos de balada. Por decirlo de alguna forma, me recuerda en esquema a Led Zeppelin III (1970), pero mucho más solido. Eso si, que diga que me recuerda en esquema, no significa que hablemos de sonidos similares.

En lo sonoro, se siguen las tendencias vistas en Beggars Banquet (1968) y Let It Bleed (1969), buena paleta instrumental con piano y viento, algún riff muy destacable y buen y descarado gusto. Hace unos cuatro años, hubiera puesto la mano en el fuego de que este es el mejor disco de su carrera, pero habiendo escuchado con más atención sus discos, la verdad es que ahora estoy en un dilema. Igualmente, con el tiempo lo iré resolviendo mientras voy estudiando los entresijos. Un disco muy sólido, que como curiosidad en España (debido a la censura de Franco) tubo una portada digamos que... ¿un poco más suavizada? Nah, seguía siendo bastante provocativa y bizarra, pero como no insinuaba un pene pos dale. Por otro lado la portada original es obra del artista Andy Warhol, que por aquellos tiempos era un jeque en esto del arte para discos. Pop art, para gran música popular

Nota: 8,7

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